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Golpe de Estado a Salvador Allende

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Trochando Sin Fronteras, septiembre 10 de 2019

Por: Ivan Ipiaksua

La maquinaria golpista de USA operando en Chile estrenó el neoliberalismo en América Latina

El 11 de septiembre de 1973, en horas de la mañana, se culminó el olpe de Estado contra el presidente Salvador Allende. Este golpe fue perpetuado por los militares en cabeza del general Augusto Pinochet, quien fue parte de la estrategia de destruir los procesos organizados de trabajadores maquinada desde la Casa Blanca con la complicidad de su elite histórica.
Chile no es ningún -milagro económico- como usualmente nos han vendido los medios de información anclados en el pensamiento hegemónico y los libretos de los programas de estudios económicos redactados en las casas matrices de educación anglosajonas. El fracaso rotundo del modelo económico establecido por los militares, auspiciado por Washington, se muestra a lo largo y ancho al recorrer ese país, en donde la concentración de la riqueza y la desigualdad es «el 10 por ciento más rico tiene 39 veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre, peor que en 2015, donde era 33,9 veces.»[1]
Con el golpe de estado a Allende se estrena en el mundo el neoliberalismo, «el gobierno corporativo USA con la CIA, la derecha económica USA, la inmensa mayoría de las Fuerzas Militares, su oligarquía dueña del poder económico, político (Partido Nacional), medios de comunicación tradicionales como el periódico Mercurio o radio Agricultura y un gran sector popular drásticamente influenciado y confundido por las artimañas economicistas de los partidos políticos conservadores y buena parte de la iglesia católica, establecieron que Chile fuese el primer país del mundo en adoptar (como un tradicional conejo de laboratorio norteamericano) el -neoliberalismo- en 1973″[2], pero para lograrlo tuvieron que derramar ríos de sangre.
Fue un laboratorio inicial que brindó la estrategia para que «Ronald Reagan (81-89) y Margaret Thatcher (79-90), quienes posteriormente lo implementaron en sus países y con fuerza política y militar a nivel global en medio de sus revoluciones conservadoras y en llave con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional»[3] lo consolidaran, ocasionando la visibilización de esa etapa económica que viene desde los 80s, en la cual se reduce la participación del Estado en las decisiones estratégicas, se cortan los derechos a los trabajadores y se restringen las libertades.
Con esta doctrina consiguieron que el nivel de concentración de la riqueza quedará en pocas manos, mientras aumenta la pobreza y afectaban considerablemente la capacidad de movilización de los trabajadores a nivel mundial.
Todo esfuerzo que ayude a generar mejoramiento de las condiciones de vida en los trabajadores es válido, pero, en la Chile de Allende y por la vía democrática-electoral, no se pudo. A pesar de nacionalizar el cobre, de «tomar medidas para distribuir la tierra, de empoderar a obreros en las empresas, de subir el PIB a 8,6%, de incrementar el ingreso de escolares y universitarios, de becar a jóvenes aborígenes, de aumentar la alimentación en colegios y ampliar los centros de atención en salud»4, entre muchas cosas más, el modelo imperante de la élite chilena e internacional no resistió las reformas y la pedida de poder.
Sin duda mucha consciencia social brindó la experiencia de Allende en los pueblos del mundo y en la misma Chile, así como también aprendió el comandante Chávez y el pueblo venezolano con el golpe de estado que buscó dar la oligarquía venezolana en el año 2002.
Es difícil que los poderes hegemónicos suelten o compartan sus comodidades con las necesidades populares, por eso, las experiencia vividas nos deben dar elementos para cambiarla esa relación y generar mayor beneficio y equidad social.
 

[3] Ibid.

** Las opiniones, análisis y/o similitudes expresadas por los autores son su responsabilidad,  por tanto Trochando Sin Fronteras no se hace responsable


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