martes, abril 29, 2025

Greta Thunberg, Asamblea de la ONU y cambio climático

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Trochando Sin Fronteras, octubre o1 de 2019

Por: Jonathan Camargo – Congreso de los Pueblos Casanare – @jonathancongres

[dropcap color=»#ddc80d» type=»square»]El[/dropcap] cambio climático ha sido el tema protagonista de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y no es para menos. Los incendios en África y la Amazonía han estado al orden del día en la agenda mediática, a lo que se suma la imparable invasión del plástico en el mar y las ascendentes emisiones de carbono de las cuales son responsables los centros capitalistas en Estados Unidos, Europa y Asia.

Aparte de los repetitivos discursos empresariales de la burocracia capitalista mundial, la intervención de la activista sueca Greta Thunberg, con sus agudas expresiones faciales y fuertes palabras, estremeció no sólo a la audiencia en Nueva York, sino a los medios internacionales, las redes sociales y millones de personas que a nivel mundial se encuentran preocupadas por el grave nivel de contaminación y degradación ambiental en que está el planeta.

Del contraste entre discursos inútiles de gobernantes y los justos reclamos de la joven ambientalista surgieron diversidad de opiniones, lecturas, críticas, aplausos y abucheos que vale la pena resaltar y analizar a la luz de una perspectiva radical (que pretenda ir a la raíz).

El primer elemento claro, es que, precisamente el énfasis al debate del cambio climático, tomado casi como problema aislado a nivel mediático, dejó en planos secundarios otros temas como son los objetivos del milenio, las políticas migratorias o la creación del comité constitucional para Siria, en los que las agencias imperialistas seguirán pretendiendo imponer agenda como lo han hecho, sin censura y sin control en Medio oriente, África, Asia y América Latina.

El segundo elemento, que era de esperarse, fue puesto con la mano dura de Trump y Bolsonaro como sus exponentes más directos, quienes con discursos hipócritas, típicos del fascismo capitalista, defendieron sus políticas “nacionalistas”, basadas en una supuesta defensa de la soberanía. Por un lado, acudiendo al “América primero” para afianzar el proteccionismo gringo y la xenofobia que ha legitimado los asesinatos masivos de afrodescendientes y latinos en tiroteos y ataques policiales, por el otro, el desconocimiento del factor global propio de las afectaciones en la Amazonia, que invisibiliza el saqueo y explotación ejercidas por las multinacionales de la agroindustria, bajo el descabellado argumento de que la selva amazónica no es patrimonio natural de la humanidad, ni siquiera de los pueblos ancestrales que lo habitan, sino que es propiedad de las chequeras gubernamentales y empresariales que allí se asientan[1] .

El tercer elemento, más mediático y a la vez controversial, es precisamente la figura de la adolescente Greta Thumberg por su valentía al denunciar agresivamente a los gobiernos y confrontar cara a cara a los máximos responsables de la contaminación global que agudiza el cambio climático, porque su imagen con la frase “How dare you? – ¿Cómo se atreven?” inundaba las redes, a la par que las críticas desde la izquierda y la derecha la acompañaban.

Desde la derecha, algunos han expuesto argumentos típicos del emprenderismo capitalista de economía naranja y su fascismo internacional que desde la postura gubernamental niega el cambio climático y la responsabilidad de sus gobiernos, consideran a Greta una alarmista e irresponsable, le lanzan señalamientos racistas y misóginos por su condición europea, por padecer Síndrome de Asperger, o aseveraciones como las del locutor brasilero Gustavo Negreiro quien señalo de Greta que “Ella es mal amada y si no le gustan los hombres entonces que se junte a una lesbiana, pues está necesitando de sexo porque es una histérica mal amada”[2].

Desde la izquierda, por obvias razones de diversidad ideológica los matices están al orden del día, pero básicamente dos lecturas del “fenómeno Greta” se enfrentan: por un lado, la reivindicación de su valioso papel en la generación de consciencia ambiental y el activismo contra los gobiernos que desconocen el cambio climático o son cómplices del creciente daño a la naturaleza, que se acompaña de una movilización considerable de masas a nivel global con iniciativas como el “Climate Strike” o “Huelga Mundial por el Clima” y la “Juventud por el Clima” de “Fridays for Future”, lo que le ha hecho una de las nominadas al Nobel de Paz y una de las ganadoras del “Right Livelihood” o Nobel alternativo[3].

Otras fuerzas de izquierda exponen que detrás de la icónica ambientalista está lo que sería una nueva expresión del “Marketing Verde”, que no toca el problema de fondo sino que desvía el debate sobre las consecuencias ambientales del modo de producción capitalista haciendo que la responsabilidad de la devastación recaiga en individuos y gobiernos, más no en el sistema; es decir, otra puesta en práctica de las políticas neoliberales, para fortalecer el libre mercado y darle un impulso a las grandes corporaciones de las energías “limpias” y la producción “amigable” con el medio ambiente.

Un elemento que se ha adjuntado a esta postura tiene que ver con el rechazo al protagonismo que gana una niña blanca y europea en la “lucha contra el cambio climático” por encima de comunidades, movimientos y fuerzas que históricamente han resistido y combatido la devastación capitalista en diversas dimensiones, entiéndase ambiental, cultural, económico, político y social.

Ahora pues, varios elementos se pueden tomar de estas dos posturas para construir un análisis y una opinión completa del “fenómeno Greta” como posibilidad de discusión política frente a los retos de la transformación estructural de la sociedad y el modo de producción capitalista:

Efectivamente, junto a Greta o tras de ella sí ha existido un lobby de grupos empresariales “verdes”, multinacionales y políticos del ecologismo europeo, eco-académicos socialdemócratas o liberales, que están ávidos de un empuje internacional a la investigación e implementación de negocios ambientales, relacionados con la compra-venta de oxígeno, la explotación de los mares, los biocarburantes y demás negocios que profundizan, por una vía u otra, el agronegocio, la devastación de las selvas y la destrucción de ecosistemas[4].

Basta con indagar por algunos de sus patrocinadores directos o indirectos, entre los que están Al Gore, Ingmar Rentzhog, (creador de la iniciativa We Don’t Have Time), Gustav Stenbeck (empresario verde), Daniel Donner (integrante la European Climate Foundation) David Olson (socio inseparable de Rentzhog), Anders Wijkman (ex presidente del Club de Roma), Petter Skogar (director de una de las principales organizaciones empresariales de Suecia) y Catharina Nystedt Ringborg (una alta ejecutiva del sector de la energía), incluso sus padres, que por medio de la fama y la venta de su libro, se han visto beneficiados[5].

Uno de los llamados constantes de Greta es a escuchar a la ciencia por sus datos y certezas académicas y experimentales, y aunque la ciencia puede aclararnos las condiciones ambientales de los ecosistemas, también está controlada por los mismos poderes que la instrumentalizan para el desarrollo de las tecnologías que perpetúen el orden de acumulación capitalista a través de la mitigación de efectos.

En efecto, la apuesta de Greta apunta a la típica -pero mejorada- versión del ecologismo internacional: enemigos del Estado, pero amigos del mercado, lo demuestra su marcada crítica parcializada contra los gobiernos y capitalistas industriales, pero una nula referencia a corporaciones de innovación, en gran medida, un planteamiento político por el rumbo del capitalismo, pero en donde no se contempla una salida clara ni contundente.

La crítica al Thumberg no puede centrarse en ella como individuo, por su raza, color, género, nacionalidad o edad, ya que la invisibilización de las luchas ancestrales, indígenas, campesinas, de trabajadores, hombres, mujeres y diversidades contra la explotación siempre han sido utilizadas, mercantilizadas, distorsionadas o manipuladas a través de la cooptación ong’era, institucionalista y liberal, en una u otra forma. Incluso, puede que no sea una “marioneta” como la señalan, pero sí resulta útil a la legitimación del orden capitalista, por la vía verde.

El autoritarismo capitalista se ve en la cínica forma en que Bolsonaro, Macri o Trump hablan de soberanía, cuando no han hecho sino feriar y para-militarizar el patrimonio natural de la humanidad y los espacios vitales para el desarrollo equilibrado de la naturaleza y sus procesos biológicos. En el caso de la Amazonia, durante 5 siglos ha sido agredida de una manera nefasta, al igual que “Las Antillas para Inglaterra”, o “América para los americanos”.

El cambio climático es un escenario necesario y útil para el desarrollo de los ciclos naturales en el entorno terrestre, sin embargo, hoy, es innegable que la intervención humana, o de una parte minúscula y privilegiada fuerza social constituida como clase, ha agudizado y acelerado sus efectos nocivos sobre millones de seres humanos en todos los rincones del mundo, por su carácter global y estructural.

Es la burguesía como beneficiaria del capitalismo como sistema mundial, la responsable del cambio climático, creadora de diversos engaños y generadora de confusiones con las que busca legitimarse cultural e ideológicamente, para seguir acumulando y destruyendo todo a su paso.

Sigue siendo tarea del proyecto anticapitalista dar la disputa a nivel ideológico, político y económico, resistiendo y construyendo propuestas organizativas que pongan en discusión el modelo y permitan construir alternativas contrarias a la muerte y el saqueo, orientadas a la vida y la dignidad.

[1] Bolsonaro en la ONU: La Amazonía no es patrimonio de la humanidad

[2][Video] Despiden a locutor brasileño por decir que a Greta Thunberg le “hacía falta sexo”

[3]Greta Thunberg and the plot to forge a climate warrior

[4]Políticos noruegos proponen a la activista Greta Thunberg para el Nobel de la Paz 

[5]La doble cara de Greta, ‘la niña verde’

 

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