sábado, septiembre 30, 2023

Jose Ramón Carvajal Arias, toda una vida de lucha social

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Trochando Sin Fronteras 14 de febrero de 2014

Edición Nº 30 Diciembre – Enero de 2017

Hombre de piel trigueña, es oriundo del Cerrito, Santander, viste de alpargatas, poncho y sombrero. Su amor siempre ha sido la tierra. Creció al lado de sus padres Ambrosio Carvajal y Esther Arias y aprendió las labores del campo junto a sus hermanos. Los recuerdos de su infancia son lejanos, solo cursó hasta segundo de primaria, aprendió a leer y a escribir “aunque sea para firmar”, dice José Ramón.

A los quince años de edad se despidió del rancho donde nació para buscar un mejor futuro. Llegó al departamento de Arauca -recuerda- exactamente el 4 de enero de 1968, a una finca en el Alto Pescado, donde comenzó a cultivar yuca. José Ramón recuerda la dureza del territorio: las vías eran pésimas, en los caños no había puentes y para atravesar el río Bojabá tocaba en una canasta que habían instalado los indígenas U’wa.

Después de ocho meses, José Ramón cruzó la frontera para trabajar en Venezuela, porque allá la economía era rentable y en esa época el bolívar valía aproximadamente quince pesos. Pero en 1970 regresa a Colombia, a causa de la brutal persecución contra los inmigrantes, adelantada por el gobierno venezolano.

Al regresar al Sarare, José Ramón hace amistad con Merceditas Mateus, Efraín Pabón y Raymundo Cruz, líderes campesinos de la época y con los que conoció el trabajo social y el proceso cooperativo. Había dificultades para la comercialización de productos como yuca, maíz, frijol, e incluso la misma madera. Por eso, los colonos se organizan con el objetivo de apropiarse de la Cooperativa Agropecuaria del Sarare, que entonces era dirigida por el Incora y no respondía a los intereses de la población. Por esos años la tienda agrícola de Coagrosarare estaba en Tunebia (Boyacá) y se decidió su traslado a Saravena.

Este líder campesino participa en la primera expresión de inconformidad social que se dio en la intendencia de Arauca: el paro de 1972. El evento, aún recordado por los habitantes de esta región, se dio con el fin de exigir al Estado la construcción del puente del río Bojabá, entre otras reivindicaciones básicas para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la zona. Aún joven, José Ramón fue miembro de la guardia campesina, junto a otros 3.000 jóvenes, quienes se encargaban de la seguridad y la disciplina durante la jornada de protesta.

Por el incumplimiento del gobierno, en los años 80s, se gesta el segundo gran paro agrario del Sarare y del Arauca: Sobre esas jornadas José Ramón concluye que “el desarrollo que tiene el departamento de Arauca ha sido sangre de los campesinos”. Entre chiste y broma dice “las luchas sociales en este departamento se desarrollaron a pata y a lomo de caballo, porque para poder hacer una reunión había que caminar mucho por las trochas que construían los arrieros y campesinos”.

También en la década de 1980 llegan al Sarare las multinacionales petroleras y con ellas el aumento del pie de fuerza oficial (Ejército y Policía), y también de las “extraoficiales” o paramilitares como el MAS (“Muerte A Secuestradores”) que se dedicaron a asesinar y desaparecer a líderes y demás habitantes de esta región. También los grupos insurgentes crecieron y fortalecieron su accionar en esta zona, especialmente contra la infraestructura petrolera y la fuerza pública. A pesar de que el conflicto se vivió con igual o mayor intensidad en otras regiones delpaís, el gobierno ha estigmatizado y señalado como guerrilleros a los líderes sociales y a quienes se atreven a reclamar sus derechos fundamentales.

De las experiencias que han marcado su vida, José Ramón señala el bombardeo al caserío de Santo Domingo, ubicado en zona rural del municipio de Tame. Eso fue en 1998, en medio de una acción militar de la Fuerza Aérea Colombiana -FAC-, con el apoyo logístico de aeronaves al servicio de la petroelra OXY. En su recuerdo vago y la mirada proyectada la suelo relata esos momentos: “la comunidad había programado un bazar los días 12 y 13 de diciembre de ese año para recolectar recursos económicos”.

Luego de darse un combate entre las fuerzas oficiales y la guerrilla el día anterior, el domingo 13 un helicóptero lanzó una bomba sobre la población, asesinando a 5 niños, 12 adultos y dejando 23 heridos. José Ramón narra el hecho con la voz entrecortada.

A partir de ahí -según dice José Ramón- se pone más difícil la situación en Arauca, por la excesiva militarización del territorio y la llegada del paramilitarismo. Este último, señala, “solo buscaba hacerle daño a la población civil”.

En el trasegar de su historia como líder campesino ha profesado, hombro a hombro con los indígenas U’wa, la defensa de la madre tierra y el territorio. Por eso se considera un hermano menor de ese pueblo étnico.

José Ramón considera que el departamento de Arauca como unos de los mejores lugares de Colombia para vivir, aunque recuerda con nostalgia los años de su juventud cuando conoció la laguna del Lipa, santuario natural que hoy en día se encuentra destruido por la explotación petrolera. Recuerda manadas de chigüiros, bandadas de patos volando, venados jugando en la sabana, turpiales llaneros en la costa del río, el ganado, los caballos, la cultura de la gente; pero con voz opaca añade “todo eso está destruido”.
“Yo ya estoy viejo, pero a la juventud le digo que el surgimiento de las guerrillas es culpa del mismo gobierno porque no pone fundamento a solucionar las necesidades de la población, ustedes deben preparase, estudiar y seguir las luchas frente a las políticas, porque esos cables, los pavimentos, los puentes, las escuelas y todo lo que hay en el departamento es producto de la lucha del pueblo, el gobierno llegó acá solo por el petróleo y los recursos naturales”.

“Comparto que la paz floreciera cualquier día, cualquier mes de nuestros años, que florezca una paz con respeto… Pero dudo de la paz que ofrece el gobierno. Es mentira que con eso el pueblo va a dejar de luchar porque al gobierno no le importa que nos muramos, que nos enfermemos y que estemos en desgracia”.

POR
ISNELDO GONZALEZ

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