sábado, septiembre 23, 2023

Las dos caras de la moneda: Venezuela y Haití

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Trochando Sin Fronteras, abril – junio de 2019

Por: Marcela Cruz

[dropcap color=»#ddc80d» type=»square»]S[/dropcap]egún la Organización de Naciones Unidas ONU, la República Bolivariana de Venezuela es uno de los países latinoamericanos que más ha avanzado en la superación de la desigualdad y la injusticia social. Por el contrario, Haití ha sido catalogado como el país del hemisferio con mayor desigualdad (Banco Mundial, 2017).

Esa marcada diferencia nos hacen concluir que la situación social de las naciones no es el aspecto más relevante para la autodenominada “comunidad internacional” (léase: gobiernos de países capitalistas, organismos multilaterales compuestos por esos gobiernos, agencias internacionales de información y entretenimiento, y ONGs que defienden los intereses de todos los anteriores).

Poco o nada sabemos de Haití los habitantes de América Latina; difícilmente podríamos recordar que su presidente actual se llama Jovenel Moïse, quien fue elegido con una ínfima proporción de votos en relación con la totalidad de habitantes del país; que su pueblo sufrió una atroz dictadura por casi 30 años en cabeza de la familia Duvalier (Francois y Jean Claude Duvalier), que dejó aproximadamente 60 mil víctimas, entre asesinados, torturados y desaparecidos; o que un desastre natural (terremoto en 2010) dio paso a un desastre aún peor, que fue la intervención de Estados Unidos a través de los famosos ‘cascos azules’.

Pero hay una explicación para esta ignorancia o amnesia: Haití es un país que ya fue saqueado, despojado de sus recursos naturales y de su fuerza de trabajo. Poco o nada tiene para ofrecer.

Por eso no escuchamos noticias a diario sobre ese empobrecido país; por eso no se hacen pomposos conciertos en solidaridad con sus habitantes; por eso los migrantes haitianos que se han ido a República Dominicana a rebuscarse la vida no son perseguidos por las cámaras de importantes medios de comunicación como si se tratara de un reality show.

Cosa distinta pasa con nuestra vecina y hermana República Bolivariana de Venezuela. A diario escuchamos, vemos y leemos noticias sobre la situación allá, su gobierno, etc. De ella se habla en la Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN, en la ONU, en la Organización de Estados Americanos OEA y en todo espacio nacional o internacional en el haya algún interés económico o militar.

Haití ha basado su economía en la sobre explotación agrícola, cuyas utilidades históricamente se han quedado en manos de élites nacionales y extranjeras. Por su parte, la economía venezolana se sustenta principalmente en la explotación petrolera, con una producción aproximada de un millón y medio de barriles por día
Hoy día, Haití no cuenta con recursos naturales relevantes para el interés de las empresas capitalistas, aunque su fuerza de trabajo sigue siendo explotada en varios países de América Central y el Caribe. En cambio, Venezuela tiene la reserva de ese combustible fósil más grande del mundo (más de 300 millones de barriles, según la Organización de Países Exportadores de Petroleo OPEP), superando, incluso, a Arabia Saudita.

Este última es la diferencia fundamental en el tratamiento que se le da a los dos países. También es diferente (y bastante) la situación económica y social.

Desde hace tres años Haití se encuentra sumido en un escenario de descontento social, disturbios, represión e inestabilidad, a raíz de las elecciones presidenciales de 2015 en las que participó apenas el 21% del electorado. A pesar de las denuncias de fraude y corrupción, tales elecciones fueron reconocidas como legítimas por la OEA y la Unión Europea, organismos que en otros casos son tan estrictos con las “reglas universales” del juego electoral

No obstante, el fraude se hizo más que evidente, por lo que las elecciones de 2015 fueron anuladas. En 2016 se volvieron a celebrar, y el ganador nuevamente fue el empresario Jovenal Moïse, quien obtuvo solo 590 mil votos, ya que la participación el electorado apenas si logró superar el 20 % (es decir,  uno de cada cinco haitianos aptos para votar lo hicieron). Esta vez también hubo denuncias de fraude, problemas en la expedición de documentos de identidad necesarios para votar y otras irregularidades, pero nuevamente la OEA y la Unión Europea avalaron el proceso. Hasta Donald Trump emitió un tweet felicitando al presidente electo.

Ese nuevo presidente, con el apoyo de los Estados Unidos, y a sabiendas de estar conduciendo al país con el Índice de Desarrollo Humano más bajo de mundo, empezó a alejarse de los programas de cooperación para el desarrollo impulsados por Petrocaribe y a acercarse a las recetas económicas del Fondo Monetario Internacional. Estas medidas ocasionaron el alza en los precios de combustibles y productos básicos, lo que a su vez generó una nueva ola de protestas sociales.

Además de lo anterior, el mandatario haitiano Jovenel Moise, reconoció a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, en una clara afrenta al Gobierno constitucional de ese país, y en cumplimiento a los “consejos” recibidos desde la Casa Blanca.

En el caso Venezolano, la ya mentada “comunidad internacional” ha venido criticando duramente todo proceso electoral en el que resulte victoriosa la izquierda, desde la primera vez que fue elegido Hugo Chávez como presidente, hasta nuestros días. Curiosamente, con el mismo sistema electoral y las mismas autoridades encargadas de garantizar los comicios, el chavismo ha perdido varias contiendas en ese campo, tales como el referendo constitucional de 2007 y las elecciones parlamentarias de 2015. Poco se dijo de estas victorias de la oposición, ya que resulta bastante contradictorio que solo se avalen procesos en los que gana la derecha en el país bolivariano.

Los dos países comparten una historia similar de lucha contra las potencias coloniales en el siglo XIX. Haití fue el primer país latinoamericano en alcanzar su independencia (1804) del imperialismo europea y Venezuela, aunque tardó un poco más (1811), hizo un aporte decisivo a la emancipación de gran parte del continente, gracias a la campaña libertadora de Simón Bolívar y su ejército patriota.

Actualmente, la nación que se esfuerza por dar continuidad al legado del Libertador, es atacada y amenazada, mientras la pequeña fracción de la isla La Española se sume en el saqueo y el hambre, ante la distraída mirada del mundo entero.

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