Hace doce meses, una noticia sacudió a las comunidades del Sur de Bolívar: Narciso Beleño, histórico dirigente y cofundador de la Federación Agrominera Fedeagromisbol, fue ultimado por estructuras paramilitares al llegar a su hogar en Santa Rosa del Sur.
Nacido el 18 de septiembre de 1962 en San Martín de Loba, Narciso dedicó su vida a la defensa de los derechos de las comunidades agromineras. Proveniente de raíces campesinas, migró hacia la Serranía de San Lucas buscando sustento, pero allí encontró la realidad del despojo, la exclusión y la represión. En ese contexto, se convirtió en referente de las luchas por la dignidad del pueblo.
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Más allá de la actividad minera, comprendió que la verdadera riqueza del territorio residía en su gente y en la necesidad de defender la vida y la soberanía frente a los intereses de empresas transnacionales. Como presidente de Fedeagromisbol desde 2014, se convirtió en una voz incansable por el reconocimiento de la pequeña minería y en un denunciante directo del avance paramilitar, amparado por sectores de la Fuerza Pública.
Hoy se sabe que un coronel retirado del Ejército dio la orden para que se consumara su asesinato, confirmando los vínculos entre estructuras armadas ilegales y agentes estatales. Las advertencias sobre el riesgo que corrían líderes y lideresas fueron ignoradas por las autoridades, dejando en riesgo a comunidades enteras.
Narciso, Hermano mío
Quienes compartieron su camino recuerdan su mirada serena, su aguda claridad política y una sonrisa que irradiaba esperanza. Su convicción lo llevó a asumir responsabilidades con entrega total, incluso sabiendo que ello ponía en peligro su vida. En su voz resonaban verdades incómodas: el poder de las multinacionales, la responsabilidad estatal, la economía generada desde abajo por los pueblos.
Hoy, su partida se sigue lamentando con rabia e indignación. Pero también con gratitud y esperanza, porque su ejemplo florece en nuevas generaciones que entienden, como él, que la lucha por la soberanía no tiene fronteras. Sus palabras resuenan: los niños son la razón para seguir soñando con un país distinto.
Narciso Beleño vive en la memoria colectiva, en cada rincón del Sur de Bolívar donde se resiste y se construye, no la paz impuesta, sino la que se forja desde abajo con justicia y dignidad.