Trochando Sin Fronteras, diciembre 20 de 2017
Por: Wilmar Castillo
Para ampliar el cerebro, hacerle ejercicio y prevenir alzheimer u otras enfermedades que atacan la memoria humana, no hay como viajar, leer y conversar. Para las tres, se necesitan condiciones y plata, ante todo voluntad de conocer y pelar diente con alguien. Así que, pa pelar diente somos excelentes representantes. Por eso, tal vez se amañan los extranjeros que nos visitan en modo turismo o en modo proceso popular.
Así que parchando con Alex del Proyecto Nuestra América de Cuba, en el marco de la VI asamblea nacional del Coordinador Nacional Agrario (CNA) realizada en el caliente San Alberto, sur del Cesar. Aproveche el papayaso para preguntarle sobre el proyecto revolucionario cubano y cómo está la sintonía de ese pueblo con la revolución. Con una mirada seria pero firme, Alex describe un problema del régimen-otro. Con orgullo en su voz por lo que representa, fue honesto al describir la debilidad de la práctica institucional de estatizar todo proceso organizativo levantado en el barrio o la vereda.
Ósea, el Estado revolucionario convierte en institución la asociación o colectivo que emerja de la gente, haciendo que asimile y reproduzca la política creada desde el Partido. Esta herramienta de la revolución trae sus limitantes, porque no abre espacio para el debate entre las comunidades, que pueden complementar y fortalecer el proyecto de nación, y no genera una apropiación de ese mismo proyecto entre las personas porque reciben todo. Esto pasa con las generaciones nuevas a quienes les caen las bondades del socialismo del cielo y no sudaron el verde ni resistieron los ataques gringos.
Si me llega todo del Estado, no participó en la reproducción del proyecto revolucionario y si me organizo el mismo Estado me financia el colectivo, pues el poder popular no contará con su base esencial de construcción autónoma, desde abajo y participativa que permita la crítica para seguir construyendo. ¿Hasta dónde puede llegar el apoyo estatal y hasta dónde puede llegar la autonomía popular? Así mismo ¿cómo pueden conversar Pueblo y Estado para consolidar el país soñado?
Bueno, ese fue uno de los asuntos que me compartió el cubano serio y pilo. Nos faltó el ron y el bucaneros, pero con aguapanela fresca nos bastaba. El otro tema que me hizo abrir más los ojos, fue la invasión cultural que realizan los gringos al territorio libre de Nuestra América. Con canciones de reggaetón, películas gringas y novelas producidas en Miami, se contamina la concepción de la vida cubana con mensajes claros y groseros de consumismo, machismo e individualismo (capitalismo inyectado directamente en las mentes).
Alex ratificando su identidad me comenta. Soy cubano consciente del buen vivir de mi país y la historia de lucha, pero ante la invasión cultural me llega el sueño de ser gansgter, tener las chicas que quiera y peor aún, cosecho la idea de todo lo que haga debe satisfacerme a mí, sin importarme el otro y otra, con canciones de Pitbull, películas de Rambo. Esta es la ideología capitalista que ataca el valor de la solidaridad que sembró Fidel a escala individual y social.
Preocupante. Inspirador. Digno de respeto. El referente de revolución y vida digna tiene detalles que resolver. En el pueblo crecen las respuestas a esos detalles históricos. Cuba sigue siendo nuestro referente de cambio radical de nuestra sociedad y la de Nuestra América.
Por ejemplo, si el problema de la invasión de los gringos se hace ideológicamente, pues se podría fortalecer la cultura propia de los pueblos nuestro americanos, por la identidad de lucha y resistencia que antes y después de 1492 tenemos. Si vemos a un viejito en alpargatas o poncho, a un joven con sombrero de palma real, no nos burlemos de esa persona, por el contrario, apropiemos como ellos nuestra cultura. Bastante tenemos con aprender inglés obligado. Quememos una bandera gringa de vez en cuando.
Alex amplió mi cerebro. Amplió mi mirada de Cuba. Extendió mi percepción de Nuestra América. No gaste un peso, solo aporte alegría y oídos abiertos. Espero que Alex se vaya feliz de mi país y de los procesos que impulsan mi gente popular. Yo me fui de San Alberto feliz, entre tantas cosas por parchar con el cubano.