Así, para enfriar los motores de la sobre-acumulación, se pretendió que las clases trabajadoras asumieran la cínica descarga que desde el lado del capital se les imponía con políticas de ajuste fiscal y reformas a los sistemas pensionales, laborales, educativos y de salud, a lo que estas respondieron con masivas manifestaciones que sacudieron al mundo en diferentes países a fínales de la década pasada.
El capital pasó de la tera-pia de shock durante y posterior a la pandemia, a la de precarización de las condiciones de vida de millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo entero, precipitada a causa de la guillotina de la inflación y las altas tasas de interés, fundidas como estrategias al descalabro de la guerra entre expropiadores. La angustia por los impactos de -al parecer- la irreversible crisis ecológica y climática es también parte del conjunto de hechos calamitosos que determinan la actualidad.
El terrible genocidio que las principales fuerzas imperialistas de occidente adelantan en Palestina ha despertado el hastío de millones en el mundo. Increíbles movilizaciones han sido llevadas a cabo denunciando y rechazando las trágicas consecuencias de la guerra. Este escenario continúa materializando la salida belicista que el gobierno Biden ha echado andar para contrarrestar la tendencia de quiebre de la hegemonía de Estados Unidos y su proceso de contracción económica, iniciada en Ucrania como mecanismo de subordinación y cercamiento a las potencias capitalistas de Europa, Rusia y de China; al mismo tiempo que reimpulsa sus industria energética, alimentaria y militar.
La situación de Palestina es tan lamentable y canalla que hasta motivó la unificación de los países árabes, que han desenfundado mensajes contradictorios a fin de prevenir que se esparza la guerra al interior de sus fronteras regionales. Sin embargo, el clímax de fragmentación del mundo de hoy parece estar sumido en la lucha por el reparto mundial entre potencias capitalistas, en medio de una fuerte amenaza por la ampliación y radicalización de los teatros operacionales de la guerra imperialista hacia al oriente y la fragmentación de los mercados internacionales. La diferencia de métodos utilizados por las potencias capitalistas de occidente y oriente para extender las relaciones de subordinación hacia las periferias capitalistas, se distinguen entre el pacifismo y la guerra, pero se identifican con la necesidad de impulsar su sostenimiento, la ganancia y la acumulación capitalista.
En medio de este escenario de salidas a las disputas imperialistas entre bloques capitalistas el proletariado irrumpe como fuerza, protagonizando cientos de movilizaciones en fábricas y calles. El ciclo ha ido de las movilizaciones por contener reformas en las calles de Francia, hasta la amplitud de huelgas en EE. UU., Alemania, Reino Unido, Bélgica, China e India; fuerzas que aun emergiendo tienen la posibilidad de oponerse a las múltiples salidas del capital a su crisis, proponiendo una salida proletaria y popular para el mundo y la humanidad.
América Latina: entre el liberalismo progresista y conservador
La crisis de acumulación del capitalismo ha distribuido sus asimetrías hacia las periferias con tal violencia que las condiciones de los países de estas regiones subyugadas a los centros de acumulación tiende a profundizar sus grados de subordinación a niveles históricos. La situación es tal que hasta la salida más progresista conduce a intercambiar las riquezas naturales por alivios de deuda o subsumirse en la de-predación más radical a fin de ampliar la tasa de ganancia capitalista y contener el ciclo recesivo, al tiempo que facilitar algún volumen de rentas públicas que permita responder a las políticas de ajuste y la grabé situación de empobrecimiento de las poblaciones que luego de la pandemia han tendido hacía el crecimiento acelerado.
Así, con la maniobra de las tasas de interés, no solamente se han hecho más pobres las clases trabajadoras, también, los países periféricos. Situación que sumada a la crisis de sus estructuras productivas agravan la pobreza y depredación de sus economías.
Esta parece ser la situación de la región latinoamericana, que ya atraviesa por una profunda crisis economía, de inestabilidad política y disputa entre las desgastadas salidas afines al liberalismo de izquierda y de derecha, en detrimento de una alternativa proletaria y popular. El ciclo que se inicia marcado por la “segunda ola de los progre-sismos” como respuesta al fracaso de los proyectos neoconservadores y la debilidad de consolidar una salida desde el campo popular latinoamericano, ya ha expresado sus límites en medio del actual escenario de crisis mundial.
Situación que difiere en mucho al contexto internacional en que emergieron los progre-sismos de primera generación, que debido al auge del ciclo de acumulación internacional pudo responder a las demandas sociales del contingente de masas que permitió su ascenso, situación distinta a la actual coyuntura, en donde la estabilidad fiscal castiga la maniobra de la política social, que se reemplaza por políticas de orden y seguridad tendiente a divorciar los movimientos sociales de las élites de gobierno del progresismo. La tendencia de la crisis e inestabilidad ha ubicado la posibilidad de que se consoliden salidas hacia la derecha como en el caso de Perú y Ecuador, y que el populismo de derecha se expanda como en el caso de Argentina.
La crisis se extiende a los débiles movimientos sociales y populares que han conservado su práctica de seguidismo y subordinación, sin superar su vacío programático y su estancamiento orgánico, luego de un intenso ciclo de movilizaciones de las masas latinoamericanas que desbordó sus capacidades, pero no logro potenciar su vacío estratégico. Esto se entiende por qué han sido víctimas de su propio desgaste tacticista y por la crisis de sus estructuras ideo-políticas, motivadas por el apego al eclecticismo y al liberalismo posmoderno que impiden que sus visiones de mundo ofrezcan una alternativa frente al capital.
Las tareas parecen ser de calado en la perspectiva de consolidar un campo popular y proletario acorde a los desafíos de la región y de la crisis actual del capitalismo, las soluciones deben ir más allá del lenguaje inclusivo y la defensa de la multipolaridad capitalista, la opción del mejor señor; en la perspectiva de He-gel hay que preservar la libertad para devenir en conciencia dominante.
Colombia participación de la sociedad: un nuevo aliento para fortalecer el campo popular y su proyecto de país
La jornada electoral de octubre ha puesto a las fuerzas progresistas a la cola de las maquinarias tradicionales. Así, se permite un no despreciable proceso de reacomodamiento de las fuerzas del viejo poder y se estrecha el campo de maniobra política del gobierno liberal progresista de Gustavo Petro. Lo cual dificulta aún más el proceso de gestión del programa de reformas que ha planteado.
Pese al optimismo por los resultado electorales para el progresismo, las expectativas sujetas a la razón no dejan de ser preocupantes. El ascenso de las fuerzas tradicionales ha sido sobre la base del clientelismo de costumbre, el terrorismo mediático de la seguridad y las acusaciones de la ineptitud de la izquierda como élite ejecutiva.
La tendencia de contracción de la economía nacional, el aumento de las tasas de pobreza y los impactos de la inflación han sido la base del populismo de derecha que parece en ascenso frente al estancamiento del campo popular y las fuerzas sociales presos del seguidismo y el tacticismo programático y de la auto disciplinamiento de sus ejercicios de contestación, debido a que la exigencia y la radicalización programática y la lucha social va contra la política de defensa del nuevo gobierno, que sufre los embates de unas fuerzas reaccionarias con enormes condiciones de poder.
El elemento de oportunidad para lograr un reequilibrio de fuerza parece estar dentro del actual proceso de participación que se teje en medio del proceso de diálogo entre el gobierno y Ejército de Liberación Nacional, limitado a un enfoque minimalista de la política identitaria y gremialista, y limitado al estrecho campo de la política pública formal, permite pensar de forma más profunda los problemas del país y desencadenar la construcción programática y de estructuración de una fuer-za social óptima para relanzar el proyecto alternativo de izquierda, lo cual requiere de la superación de los límites políticos de los sectores del campo, de su inmediatismo y contraproducente posmodernismo político, para generar un espacio de posibilidad programática de lucha material por cambios estructurales y mejores condiciones para las mayo-rías del país desde una óptica obrera y popular.