Tomado de Trochando sin fronteras edición impresa #23
Por Rodrigo Vázquez
Edith Guenis de Arrigui, viuda de Carlos Arregui, sindicalista asesinado el 13 de Abril de 1995 en Yopal, Casanare, demandó a la compañía petrolera BP ante la Alta Corte de Londres faltando sólo dos días para que prescribiera la acción judicial por ese crímen. Habían pasado 20 años de impunidad tanto para los autores materiales como para sus ideólogos. Visitamos a Edith poco después de que iniciara la demanda. Queríamos desentrañar porqué la BP estaría interesada en la muerte de un líder campesino.
Edith nos recibió en su casa con un tinto y enseguida comenzó a hablar de Carlos.
“Su sueño era trabajar con la gente. Así no comiera, él decía que tenía que servir a la gente. Nuestra situación económica era tenaz, pero ese era su sueño”, dice Edith y sonríe, nostálgica. “Carlos inició su trabajo en Belén, organizando a los muchachos para jugar al fútbol y creando la escuela. Después entró a hacer parte de la Junta Comunal. Inició el sindicato de trabajadores en Belén y se fue a Bogotá, a capacitarse en la Federación Agraria. Sólo había llegado a primero de primaria. Faltaba lo económico para movilizarse y trabajamos en una finca ganadera. Era la época del M-19. El ejército la ocupó y asesinó a la gente de la cooperativa y del sindicato. La persecución fue tenaz. Nos tocó irnos. Lo único que teníamos era una máquina de coser”. Edith hace una pausa, respira profundo: “Fuimos a Jericó, donde Carlos se hizo amigo de la gente. Lo nombraron presidente de la junta. Yo no hacía más que llorar, porque estábamos lejos. Él me decía: ‘No m’ija, aquí hay que luchar por nuestros ideales’. Yo, que tenía padres católicos, lo único que hacía era prender velas a un santo. Entonces Carlos nos llevó a Monserrate:“Vea, ésta es la explotación más grande, la del clero” nos dijo. Ahí aprendí eso. Nos tocó irnos a Yopal. La situación era muy precaria”.
Por esa época llegaron también a Casanare las petroleras OCENSA y British Petroleum. Como en todos los lugares donde vivió, allí Carlos se dedicó a concientizar a la gente.
Cuenta Edith: “Cuando llegó la BP fue el dolor de cabeza más grande. Carlos ya era presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). La BP no hacía ninguna inversión y además arruinaba la carretera de El Morro con su maquinaria. La gente dijo basta y plantó un paro”. Según estimaciones de la propia BP, el paro significó una pérdida diaria de un millón de dólares. Quedaba poca gente que creyera en las petroleras. Edith puntualiza: “Después de que empezaron los problemas, Carlos le decía a la gente: “Ahora sí ve?” Y más cuando empezaron las amenazas por teléfono y por radio. La represión… Yo no salía”.
Poco antes de ser asesinado, un vecino que era militar le advirtió a Edith que Carlos estaba en una lista negra. Cuando ella le pidió a Carlos bajar el perfil, él dijo que no tenía porque huirle a nadie. Cuando les hicieron el último allanamiento, Carlos siguió desafiante: “Hagan lo que hagan yo no me voy, ni los dejo a ustedes solos”, dijo. Lo asesinarían 20 días después.
Fue difícil preguntarle a Edith sobre el día del asesinato: el Jueves Santo de 1995. En la tiendita que habían puesto hacía poco, Carlos juega al ajedrez con Gabriel Ascencio, otro sindicalista. Un muchacho llega a pedir cerveza, se la toma y se marcha. Una hora después vuelve con otro. Juntos, entran al orinal. El hijo de Carlos, Vladimir, desconfía de ellos y le toca el hombro a su padre. Pero Carlos no le presta atención mientras continua jugando al ajedrez. Entonces Vladimir se acerca a Edith, pero ella tampoco le presta mayor atención. Hoy se arrepiente de ello: “El papá se fue con Gabriel Ascencio y el niño para adentro y al ratitico escuché unos tiros…” dice Edith y hace una pausa. Le falta el aire. Luego agrega con un hilo de voz: “El niño estaba ahí y vio todo. Uno de los muchachos sacó una pistola”. Los testigos aseguran que Carlos forcejeó con el pistolero y logró tumbarlo. Y que el segundo se acercó y disparó contra Carlos a quemarropa. “Después balearon a Gabriel”, agrega Edith, “… Y una vez caído los remataron a los dos. Al cuarto de hora ya estaba todo militarizado. El asesino pasó 8 días en la cárcel, salió y ya.”
El asesinato de Carlos nunca fue investigado. Edith espera que sea una corte de Londres la que juzgue lo que pasó hace 20 años, pero hoy tiene bien claro tres cosas: “Primero, que el crimen benefició a la BP. Segundo, que en Colombia nunca hubo justicia y tercero, que como decía siempre Carlos: hay que seguir luchando.”