Continúan las acciones de la prensa con relación a los liderazgos de las comunidades organizadas que manifestaron y reivindicaron sus derechos en Arauca. No cesan, porque tienen un interés claro en señalar, marcar y estigmatizar al diferente, al opositor.
A través de sus editoriales y opiniones personales, actúan como investigadores, jueces y verdugos. Emiten sus condenas a través de tribunas como la Voz del Cinaruco, mientras que emplazan lápidas en sus espaldas o les colocan tras los barrotes, claramente replican una matriz mediática que busca exterminar políticamente a cualquiera que interfiera en sus intereses.
Ejemplo claro de sus acciones coordinadas es el ataque con los líderes de la anterior movilización. Usan los ataques mediáticos seguidos de denuncias, las cuales sustentan con el ataque mediático. Es una espiral donde la opinión personal, se convierte en “prueba irrefutable”, según ellos.
Luego de sus acciones, se debe reflexionar si este tipo de comunicación contribuye en algo a generar una opinión clara sobre la realidad de los araucanos. En cuestión, el periodista debe aclarar si presenta hechos informativos o, por el contrario, editorializa el hecho a su opinión personal.
En cualquier situación, es imperativo exigir espacios de discusión pública y abierta. Bienvenidas las opiniones; pero a su vez, la replica y la discusión. Aunque lo expresado en estas palabras solo considera a un actor de la discusión, los afectados también deben ser consecuentes.
Frente a las opiniones y los hechos descritos anteriormente, deberían iniciar las acciones jurídicas necesarias para restaurar el buen nombre y, de esta forma, el derecho a la réplica y al principio de la buena fe. No es suficiente rechazar lo que se dice, es preciso defender nuestras propuestas y planes de vida.
¡A debatir!
