Trochando Sin Fronteras – mayo 31 de 2021
Los acontecimientos del último mes dan para pensar que el país está a la deriva. En la reforma tributaria se concentraban las múltiples contradicciones de la profunda crisis. Por esta razón el gobierno intentó administrar la crisis económica y controlar el estallido social, pero con su torpeza fracasó e incendió al país.
La eventual salida luego del incendio del país recayó en la posibilidad de una mesa de negociación a la que acudían dos actores con grandes debilidades: el Gobierno Duque y el Comité Nacional de Paro- CNP. Situación que describió oportunamente en la editorial ¿Una negociación histórica?, publicada el 9 de mayo. La mesa en la práctica se ha quebrado, puesto que el país ha sido empujado a la deriva. En situaciones así, la potencial salida a la crisis la decide la fuerza que movilicen las alternativas, contexto propicio a cierta radicalización de las partes.
Mientras el CNP espera la firma de los preacuerdos, la ultraderecha ha preferido sostener la postura radical de que se enfrenta a una guerra. Por eso busca derrotar las protestas mediante su desgaste por alargamiento, a la vez que por el uso de la violencia oficial y paramilitar. Tal radicalización ha sido forjada con varios eventos de la pasada semana:
- La Canciller realiza visita a los EE. UU. en procura de los avales de su estrategia.
- El Ministro de Defensa pasa la prueba de la moción de censura ante la unidad de los partidos que se colocan a la ultraderecha con el Centro Democrático. Lamentable resultado posible por la gestión del Gobierno y Congreso quienes hicieron nuevamente uso de la peor mercachiflería al negociar los votos del partido Cambio Radical a cambio de dos ministerios y una embajada en Francia. El resultado fue entendido cómicamente por el Ministro Molano como el apoyo de las mayorías, confundiendo mayorías de un Congreso corrupto, con mayorías del país.
- Álvaro Uribe dicta a su títere no negociar con el Comité Nacional del Paro-CNP, radicalizar la represión militar, e implementar una figura de jefes militares que posiblemente permitiría desconocer a las autoridades civiles y legales.
- Las Fuerzas Armadas actúan públicamente en coordinación con grupos paramilitares, declarando cínicamente que se trata de una omisión. En concordancia Duque mediante decreto amplía despliegue y tratamiento militar en ocho departamentos.
Sin embargo la unidad de la ultraderecha presenta fisuras y riesgos importantes. Estas se representan por el distanciamiento relativo entre el Duque y el Centro Democrático, debido a las maniobras de componendas para sostener el apoyo de los partidos que le acompañan. Con esto, el equilibrio político resulta problemático, pues con la radicalización el problema de sostener el gobierno se transforma en que una potencial caída de Duque que podría arrastrar con buena parte del tinglado institucional. Frente al riesgo, las Fuerzas Militares, los grupos económicos y sus medios de comunicación, mantienen filas y secundan el uso de la violencia antes que ceder ante la exigencia popular.
Entre tanto, en el campo popular se encuentra un pueblo elevado moralmente como nunca, haciendo de la dignidad el mejor argumento. Es por eso que resiste y crece, aun así, permanecen debilidades serias que debemos discutir y solucionar:
- Como forma organizativa el CNP ha sido totalmente rebasado. Su delegación fue pensada para negociar en el marco de un paro y hoy se asiste a una disputa social que tiene connotaciones más profundas.
- La lucha social se ha desarrollado en forma más o menos descentrada. Esto ha permitido que se sume sin dificultades la participación desde variadas perspectivas y fuerzas. En especial posibilita que la lucha popular no haya podido ser aplastada o cooptada de un golpe.
- Pero esa virtud es también su debilidad, pues en este momento no hay una coordinación certera, una agenda que indique los objetivos posibles, y menos el qué sigue.
Podría decirse que la unidad de acción que sucede en las calles se mueve sobre unos supuestos básicos y que funcionan como mínimos implícitos de encuentro los cuales queremos puntualizar:
i) lograr unas reivindicaciones que mitiguen la situación de emergencia que viven 20 millones de personas.
ii) superar el régimen político opresivo y militarista que niega la democracia, identificado mediante las figuras de Álvaro Uribe, Duque y el Centro Democrático.
iii) la superación de las políticas neoliberales mediante un conjunto de reformas.
iv) avanzar en dirección anticapitalista o anti sistémica. Entre la población estos presupuestos se entremezclan y refuerzan. Sin embargo también pueden convertirse en freno en el momento de consolidar alternativas serias en un país que rueda a la deriva.
A diferencia de los sectores populares, la ultraderecha ya tiene claro sus dos objetivos:1. Impedir que los fraudulentos privilegios del gran capital sean cuestionados por las reformas exigidas desde los sectores populares; 2. sostenerse en el poder después de 2022.
Debemos tener presente que el anclaje en el poder del gobierno mediante formas ilegales y legales ya fue implementado por Uribe entre 2006 y 2010. Momentos en los que no dudó en utilizar la compra de votos mediante los recursos públicos, junto con la presión de los paramilitares sobre los votantes.
Ese objetivo ha sido confirmado mediante el supuesto informe de inteligencia, que “destapo” la «Revista» Semana en días pasados. En él, se inculpa a Organizaciones Sociales de una conspiración en curso para colocar un presidente castrochavista en 2022. Pero en realidad, el objetivo confeso de la ultraderecha son las elecciones, pues tiene miedo que Petro pudiese ganar. De ahí que esa misma «Revista» y Uribe desaten una campaña de odio y terror financiero, al argumentar que el país se iría al caos.
En este sentido, el estallido social en curso es instrumentalizado para crear una situación extraordinaria que favorezca su agenda. Por ello combinan la dilación de la protesta con el uso de la violencia oficial y paramilitar. De camino colocan como muro de contención a los pequeños y medianos productores y comerciantes, que son los más afectados con los cierres, puesto que los negocios del gran capital están afuera del país o se ven poco afectados. Con esa táctica ganan en dos sentidos: empujan a sectores medios a engrosar las fuerzas paramilitares, como sucede con los Camisas Blancas de Cali y amplían sus beneficios a futuro, pues se podrán comprar en remate las empresas quebradas.
Desde el campo popular es urgente alcanzar un nivel superior de coordinación en las luchas. Aquí es necesario que desde el CNP, sectores y organizaciones se comprenda que ya no se trata de un paro, que la situación los ha rebasado. Así, Partiendo de esta experiencia se pueda ampliar la representación, coordinación y fijar agendas comunes de lucha.
En este escenario las organizaciones sociales y populares están abocadas a realizar planes consistentes con la transformación del paro en una disputa de mayor amplitud. Esto, teniendo en cuenta que en las semanas venideras se utilizarán la violencia y brutalidad con cinismo. Pero, también, sabiendo que la razón acompaña a un pueblo que crece política y moralmente. Pueblo sabrá alcanzar una victoria para recordar.