Trochando Sin Fronteras – Noviembre 26 de 2020
Por: América Niño Leguizamón – colaboradora TSF
Fotografías: Andrés Lopez
@andreslopezreporterografico
Hace un mes estuvimos frente al Cañón del Micay, hacia allí nos dirigimos con la Caravana Humanitaria “Un Canto por la Vida y la Paz del Territorio”; en Argelia Cauca. Argelia es uno de los Municipios que más ha puesto muertos desde la firma del acuerdo de paz. También, es conocido por albergar gran parte de la producción de coca en el país y de acciones violentas que azotan a sus pobladores.
Antes de partir recibimos la noticia del reciente atentado en Toribío – Cauca a Feliciano Valencia – Senador de la República-. Tomando las precauciones necesarias salimos de Cali el 29 de octubre sobre las 3:00 de la tarde en una chiva rumbo a Popayán; nos preguntamos si el Senador acompañaría la Caravana, tal y como se tenía planeado. Entre el temor y la alegría partimos agitando la esperanza como bandera; con la convicción de crear escenarios para restaurar el tejido social resquebrajado por la guerra. Pero con la incertidumbre de no saber cómo sería recibida nuestra visita; 500 personas de distintas regiones del país en 7 chivas y vehículos se adentraban a uno de los territorios del Cauca con mayor presencia de grupos armados.
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Mientras comentábamos el atentado contra el Senador Valencia y el vil asesinato del líder social Carlos Navia integrante del Coordinador Nacional Agrario ocurrido el 26 de octubre en los límites entre Argelia y el Tambo, llegaron las noticia de enfrentamientos en Argelia; al parecer entre miembros del Frente Carlos Patiño de las FARC EP e integrantes del ELN. La incertidumbre crece, y la música se va callando poco a poco entre murmullos que repiten la posibilidad de que estos hechos tengan como propósito intimidarnos y frenar el avance de la Caravana.
Llegamos a Popayán sobre las 7:00 de la noche. Lugar donde se realizó un acto político de inauguración en la plaza San Francisco. Esa noche pernoctamos en el polideportivo, y como es costumbre madrugamos a desayunar y organizar todo para comenzar la ruta Popayán – Argelia. A las 9 de la mañana arrancamos, en el recorrido escuchamos recomendaciones de autocuidado y autoprotección, tanto para evitar cualquier tipo de propagación del virus, como por temas de seguridad.
Durante el paso por Balboa, reiteran las recomendaciones de seguridad y derechos humanos; hacen especial énfasis en no hacer ningún tipo de registro fotográfico, ni de vídeo, ni en el casco urbano, ni en el recorrido hasta Argelia. En ese paso por Balboa veo que nadie usa tapabocas, pienso que allí el riesgo de la guerra es más cercano que el de la pandemia.
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Veo que la policía hace registro fotográfico de la Caravana y descaradamente se enfocan en los rostros de quienes allí nos encontramos. Me tapo la cara aprovechando que es menester mantener siempre el tapabocas; no confiamos en nadie, menos en la Policía, incluso comento que es más arriesgado ir escoltados por ellos. Un defensor de derechos humanos me explica que apenas llegan hasta ese punto, porque luego las condiciones de seguridad cambian. Algunos metros más adelante entiendo su afirmación; las paredes, piedras y señales de tránsito anuncian que el control territorial acá es de las FARC EP, especifican que el Frente Carlos Patiño está presente.
El camino continuó así, mientras el paisaje se mezclaba con los grafitis cada vez más grandes de las FARC EP; al lado del camino personajes con actitud sospechosa filman con su teléfono celular el paso de las chivas. Con cada kilómetro recorrido aumenta el espesor del bosque alto andino y se concentra el frío. De repente veo a un soldado de poca edad al lado de la carretera sosteniendo su fusil, nos mira con curiosidad; luego veo otro y otro más, conté catorce, entre ellos uno de mayor rango y edad que nos graba con disimulo, mientras hace con su mano la señal de Ok y sonreía, a mi parecer con un viso de hipocresía.
Más adelante veo el reloj, se acerca la noche y con ello, la luz del sol amenaza con irse, hay poca visibilidad por la neblina. A mis espalda escucho expresiones de risa y angustia, no solo por las condiciones del camino, sino por la oscuridad que cae como un manto sobre los rostros cansado; ahora se respira una tensa calma, no solo la noche se apoderó de la caravana, también la angustia y el miedo. De repente pasamos junto a una casita y veo a una mujer anciana que con sus ojos llenos de lágrimas y agitando entre sus manos una camiseta blanca; grita con todas sus fuerzas “paz, paz, queremos paz” la acompañan un niño y una mujer adulta.
La llegada
Nos detenemos a unos kilómetros del casco urbano, allí esperamos a la comunidad de Argelia, quienes nos acompañarán con una cabalgata para ingresar al pueblo. Mientras esperamos, salimos para ocupar los espacios vacíos en el techo y la parte trasera de las chivas; quienes traen instrumentos comienzan a tocar y a cantar. Pasamos de un estado de tensa angustia causado por lo vivido en el recorrido, a un momento de festividad y emoción que se refleja en las arengas que entonamos a coro.
En el ingreso a Argelia, llama la atención la cantidad de banderas blancas que se erigen en las puertas y ventanas del Municipio, se llenan los ojos de lágrimas y pensamos en los momentos de angustia y miedo que han tenido que vivir estas personas, para acordar izar las banderas blancas como única defensa ante las balas y el terror que se ha replegado en el territorio.
Ya en el parque entre sonrisas y miradas curiosas, vemos el miedo y la esperanza que asoma en los ojos de las habitantes, asombra ver tantas mujeres ancianas que no pueden contener las lágrimas con el paso de las chivas, y las motos que intentan hacerse camino en medio de las calles abarrotadas por esta Caravana cargada de sueños, de esperanzas y de mucha solidaridad. Mientras recorremos el parque tomo un par de fotos a unos soldados que ven y registran con sus celulares, una compañera dice ¡cuidado!, que no vean disparando cámaras, porque ellos disparan armas.
La instalación en Argelia
Desde las 4:00 de la mañana se escucha gente levantándose, toman un turno en la duchas improvisadas; un par de horas después el desayuno está listo y de nuevo hacemos fila para recibirlo. Entre tanto responsables de la caravana y comunidades se reúnen para ultimar detalles y tomar decisiones. Luego salimos hacia el parque principal para realizar la instalación y ver algunas representaciones artísticas.
Todo transcurre con normalidad, bajo el sol ardiente que nos obliga a buscar sombra en cualquier árbol. Se escucha a lo lejos, una lectura que señala la grave crisis humanitaria que enfrenta el país desde que Iván Duque asumió la presidencia. En su presidecia han asesinado a 610 líderes (as) sociales y defensoras (es) de Derechos Humanos; 148 excombatientes fueron asesinados y perpetradas 65 masacres durante el 2020. De estas cifras cabe señalar que el Departamento del Cauca durante este año ha visto el asesinato de 36 excombatientes, 72 líderes (as) sociales y defensoras (es) de derechos humanos y 9 masacres.
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Las cifras de la violencia son escabrosas; sin embargo, la alegría retumba en los tambores que le siguen a la lectura. Aprovechamos ese momento para visitar la chaza de las empanadas, allí cruzamos algunas palabras con la señora que atiende; ella dice que le ha ido muy bien porque llegamos, que mañana abre muy temprano para que vayamos a desayunar empanada con café antes de ir al Plateado. Alguien responde que no sabe si podamos comprarle, por la seguridad de la Caravana debemos salir en grupos, ella responde –mañana dicen que los dejen salir para venir a comer empanadita con tinto, así tienen fuerza para aguantar las bombas en el plateado– se ríe y nosotras también. Pensamos que es un chiste cruel, que evidencia la normalización de la guerra que ha invadido hasta el sentido del humor.
La salida al Mango
Después de finalizar la instalación, nos dividimos en dos grupos. Uno se quedará en Argelia para realizar los talleres programados con la comunidad, y otro irá al corregimiento del Mango con la misma intención.
De camino al Mango, la coca se ve por las laderas; la mayoría son pequeñas parcelas, que se mezclan con la siembra de café, yuca, maíz y algunos frutales. Nuestra curiosidad es percibida por un campesino integrante del Coordinador Nacional Agrario -CNA-, quien cuenta que –la gente del CNA tuvo que salir de este y otros corregimientos por los asesinatos y la persecución de la que eran víctimas, en alguna medida porque estaban impulsando la sustitución voluntaria y porque además proponían la creación de huertas caseras o comunitarias para paliar el hambre y por la soberanía alimentaria-.
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Luego de escucharlo le dicimos que vemos solo parcelas pequeñas sembradas en coca, el afirma que –más adelante hay grandes, y que según lo que ha escuchado quienes tienen buena tierra pueden hacer hasta 2000 millones al mes, sin embargo, esa gente no vive acá en el territorio, solo tienen personas cuidando, por eso existe una gran tensión entre pequeños y grandes productores, los grandes viven en las ciudades, por eso cuando se agudiza el conflicto quienes sufren son los más pobres-.
-Hace 20 años este era el corregimiento más golpeado por la guerra – eso se escucha en la voz de quien dirige la actividad cuando llegamos al Mango – este pueblo se levantó de las cenizas, por eso hacemos un rechazo contundente a la guerra y les invitamos a acompañar mañana la Caravana Humanitaria hasta el Plateado, no podemos olvidar que hace unos años nosotros pasábamos por lo mismo–. Este llamado a la solidaridad nos conmovió a todas y se quedó resonando en el eco del ambiente. Allí se desarrolló la jornada con normalidad, en medio de la música, el teatro, malabaristas, payasos y mucha alegría, mantuvimos un espacio que lejos de configurarse como un escenario político, buscaba expresar un mensaje de fraternidad.
Rumbo al Plateado
Salimos a las 9:00 de la mañana rumbo al corregimiento del Plateado con la incertidumbre de entrar a uno de los lugares con mayores índices de violencia en el país. Durante el recorrido se hace evidente la siembra de coca y las decenas de laboratorios que están entre las montañas o junto a la carretera; de vez en cuando llega un olor químico que identificamos como propio del procesamiento de este alcaloide.
En el camino se van haciendo más recurrentes las vallas con fotografías de Manuel Marulanda que anuncian la presencia del Frente Jacobo Arenas; las cuales contrastan de manera súbita con las vallas y afiches de una campaña a la alcaldía. Mientras avanzamos descubrimos que lo que antes eran parcelas pequeñas y medianas sembradas con coca; ahora son montañas enteras. Monocultivos, al parecer rotativos, pues se ven semilleros, plantas jóvenes y otras de pronta cosecha; así como parcelas con restos de ceniza producto de la quema controlada para abonar la tierra.
Los cultivos más grandes están colindando con las casas más humildes, atrás quedaron aquellas con vidrios de espejo y modernos diseños, ahora son de madera, sin ventanas y con techos de zinc, deben ser las casas de los encargados, personas que cuidan los cultivos, como el integrante del CNA lo comentó.
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Después de varias horas de camino llegamos al Plateado. Entramos como siempre, con alegría, pero con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta; viendo como muchas personas solo se asoman por las ventanas sin atreverse a abrirlas o se esconden entre las cortinas. En el parque se escucharon las voces de autoridades locales, departamentales y dos miembros de la Caravana; además de las sentidas palabras del Senador Feliciano Valencia. Quien a pesar del atentado llegó hasta allí, tomándo la palabra para exaltar el esfuerzo de la Caravana por hacerse presente en ese territorio; sobre todo por servir como un instrumento para la exigencia de los derechos de aquellas comunidades flageladas y silenciadas por el conflicto.
Esta visita cerró con un acto simbólico por la paz, el cielo del Plateado se llenos de globos blancos, con un clamor por la justicia social y la esperanza de habitar territorios en condiciones de dignidad. Realizaron además, fuertes críticas a las intenciones del partido de gobierno por tramitar políticas de seguridad que agudizan las causas del conflicto y además profundizan las desigualdades y la pobreza.
El regreso
El camino de regreso desde el Plateado estuvo lleno de música, las chivas se llenaron de alegría, y la gente se encontraba olvidando por momentos la realidad que se tendían ante los ojos, bajo un sol inclemente recorrimos entre sonrisas y una que otra conversación nostálgica las apreciaciones sobre la experiencia y las expectativas que se tejían con la posibilidad de acompañar de manera más cercana a la gente en el territorio.
Finalmente volvimos al casco urbano de Argelia y de allí cada chiva retornó a su lugar de origen, sin embargo, casi un mes después de ese recorrido, muchas nos preguntamos qué tan capaces son estos actos simbólicos para apelar a la empatía de los actores armados, los cuales siguen asesinando líderes y desplazando comunidades en el territorio.