Este 25 de septiembre de 2015, José María Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco I, llamó a luchar por la defensa del medio ambiente y contra la exclusión en un discurso pronunciado ante 160 Presidentes y Jefes de Estado, durante la 70ma. Asamblea General de la ONU.

En el mismo, siguiendo la retórica progresista que ha caracterizado su papado “para los pobres” hasta la fecha, el Papa se refirió a temas como la justicia, la paz, la educación, la guerra, la situación de Oriente Medio y África y las consecuencias del narcotráfico. También aprovechó para llamar la atención sobre la necesidad de vivir en un mundo sin armas nucleares.
El Papa Francisco dijo que “el abuso y la destrucción del medio ambiente genera exclusión económica y social, que es una negación de la fraternidad humana y es un atentado a los derechos humanos y el ambiente”.
Durante su intervención el Papa fue aplaudido en múltiples oportunidades, como cuando se refirió a los fondos buitres, señalando que: “los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”.
Francisco I llamó a los gobernantes del mundo a garantizar la mínima base material para que los seres humanos tengan dignidad y puedan mantener una familia. Ese mínimo absoluto, dijo, es “techo, trabajo y tierra”.
También indicó que la nueva agenda de la ONU debe avanzar en la producción de bienes materiales para todos, es decir, en “vivienda propia, trabajo digno y bien remunerado, alimentación adecuada, agua potable, libertad religiosa y libertad de espíritu y de educación”. A tono con el discurso progresista que ha utilizado desde su llegada al Vaticano, con el objetivo de poner a la Iglesia Católica a tono con los tiempos de crisis, detener la fuga masiva de fieles a otras iglesias y darle solución a los escándalos producidos por los negocios turbios del Vaticano a través del Banco Ambrosiano, que involucraron a ese Estado, a través de inversiones financieras, con corporaciones que fabrican armas y otras que destruyen los recursos naturales, el Papa debió referirse a la crisis ecológica.
A propósito de la misma dijo: “La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana”.
El Papa se mostró preocupado por la situación de Oriente Medio, África, Ucrania, Siria, Irak, Libia y Sudán del Sur: naciones que se encuentran inmersas en conflictos en los cuales se han destruído bienes culturales, religiosos, además de forzar el desplazamiento de millones de personas. Al respecto dijo que existen rostros humanos que sufren, lloran y mueren, y que en esa medida los gobiernos del mundo deben trabajar por la permanencia de las minorías étnicas y religiosas.
Faltaría que el Papa reconociera el rol de la misma institución que preside en el enriquecimiento que surge de las mismas guerras que él se haya tan empeñado en denunciar. De la misma forma, no se ha visto aun que el Papa haya señalado a otros Estados y corporaciones que, como el Vaticano, tanto se han beneficiado de los conflictos armados en lo que va de este siglo.
Siguiendo la lógica de tomar las causas progresistas en lo discursivo, el Papa Francisco también se refirió a las consecuencias del narcotráfico, sufridas hace ya décadas por millones de personas en el mundo entero. Al decir que “trae consigo trata de personas, lavado de activos, venta de armas, explotación infantil, corrupción” y que es “asumida y pobremente combatida”, no hizo más que repetir información conocida. Sin embargo no arriesgó idea nueva alguna acerca de cómo llevar a cabo un combate al narcotrafico más eficiente.
Por último, como guiño al Presidente estadounidense Barack Obama por el acuerdo logrado con Irán para controlar la producción de armas nucleares, el Papa invitó a los gobiernos del mundo a continuar trabajando en ese mismo sentido y saludó los recientes acuerdos logrados.