
Por: Rodrigo Vázquez
Los jinetes de 250 caballos de hierro del Sindicato de Motorizados del barrio San Agustín, en Caracas, hacen tronar las calles con sus motocicletas. Acompañan la caravana de un candidato para la Asamblea Nacional Venezolana por el PSUV[1]. Cuando pasan por una de las innumerables filas que la gente se ve obligada a hacer, muchos gritan: “Fuera! Tenemos hambre, no joda!”
La oposición no necesita hacer campaña. El gravísimo desabastecimiento y la corrupción crónica en varias entidades estatales han sido suficientes para asegurar la victoria de la derecha. Así es como la MUD[2], gana la mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Inmediatamente después inicia con el intento de desmontar las los programas y políticas que el Estado ha construido desde 1999. Pero el giro a la derecha ya había comenzado en la Argentina unas semanas antes.
En Buenos Aires, Mauricio Macri, el presidente neoliberal de la Argentina, celebra en el balcón de la Casa Rosada quitándose la banda presidencial y dando unos pasitos de baile. Macri fue educado en el elitista colegio inglés Cardenal Newman. Es uno de los hijo favoritos de la clase alta porteña, y actúa como tal. 48 horas después de asumir el mandato, empieza a expedir decretos para forzar el desmonte de una década de conquistas sociales, sin debate parlamentario alguno. Usa su nuevo poder como si fuera el gerente de una empresa. La percepción pública de que el anterior gobierno era el más corrupto de la historia, fomentada por las corporaciones mediáticas, pareciera avalar todas las acciones ilegales del nuevo régimen.
Un elemento común entre las derrotas del progresismo en la Argentina y de las fuerzas bolivarianas en Venezuela es el uso de la politiquería capitalista para cooptar la iniciativa popular de transformación social y la crisis de una ética revolucionaria verdadera por parte de algunos -pero importantes- funcionarios del estado.
Según Alí Padrón, miembro del PSUV en Caracas, “Los candidatos que eligió la base fueron ignorados, y otros fueron puestos a dedo. Es difícil hacer que la gente vote por esos carajos. El problema son los ‘boli-burgueses’, los nuevos ricos enquistados en el aparato estatal”. La conciencia autocrítica es manifiesta entre los integrantes del PSUV. Pero ya es tarde.
En Caracas me encuentro con el diputado de derecha Miguel Pizarro, quien irónicamente es hijo de una exiliada chilena que huyó de la dictadura de Pinochet en el ’73. Le pregunto en qué se diferencia su proyecto del programa neoliberal de Macri en la Argentina. Lo único que atina a decir es que ellos no van a robar “como los chavistas”. Es el mismo discurso de la derecha argentina, pero como eso les valió el éxito en las urnas, se evidencia que la guerra cultural contra la acumulación y el consumismo capitalista debe continuar, ahora más que nunca, porque se está perdiendo.
Mientras tanto, en el barrio de clase alta de Altamira, Lilian Tintori, la esposa del líder de la derecha Leopoldo López, tras las rejas por conspirar contra el orden constitucional e incitar a una jornada de violencia que dejó más de 40 muertos, dice que este es el comienzo de una revolución en toda America Latina (!!). No es la primera vez que una restauración conservadora apela a la palabra “revolución” para auto-describirse. Pero impacta la conciencia regional de Tintori y sus asesores, que parecen tener claro que el giro a la derecha solo funcionará si países claves como Argentina o Brasil lo acompañan.
En Buenos Aires, una protesta de trabajadores despedidos por la empresa agroindustrial Cresta Roja bloquea el aeropuerto, y el gobierno reprime a punta de balas de goma como al mejor estilo de la década del ’90. Solo ha pasado una semana desde que Macri es presidente.
Las Madres de Plaza de Mayo están en movilización permanente contra el gobierno, dispuesto a acabar con los juicios por delitos de lesa humanidad. La casa de las Madres es atacada por desconocidos, pero ellas no se callan. Mientras tanto, suben las tarifas del agua y la luz, y se eliminan impuestos a las exportaciones de las grandes corporaciones agrícolas. Éstas le agradecen el gesto a Macri dándole 25,000 millones de dólares. Argentina vuelve a ser un país atendido directamente por sus dueños, igual que Colombia. El Ministro de Economía Prat Gay se jacta de su efectividad: “Ahora cualquiera puede sacar de su cuenta hasta 2 millones de dólares en un solo día!”. Cualquiera que tenga esa cantidad, claro está.
A partir de enero comienza una nueva etapa de lucha en América del Sur. Una lucha bajo cuyo velo ‘democrático’ se acolchona la lucha de clases. Una lucha que la democracia representativa impulsada por la burguesía no puede resolver. Para Alí Padrón, “el capitalismo solo caerá cuando el pueblo se haga conciente de que votar cada 4 años no logrará una transformación”. Él y yo coincidimos en el diagnóstico de nuestros males. Y en el remedio. A partir de hoy, no puede haber lugar para el burocratismo y los oportunistas que se dicen “revolucionarios” dentro del movimiento popular. La base debe volver a participar de la política de verdad. Hay que romper el espejismo consumista. No podemos generar burguesías revolucionarias que se conviertan en consumidores de bienes o clientelicen los movimientos populares. No podemos seguir ayudando a los que nos están oprimiendo.
[1] Partido Socialista Unido de Venezuela
[2] Mesa de Unidad Democrática