Las comunidades de Cajibío le hacen frente a la destrucción y al despojo de las multinacionales que pretenden apropiarse de los recursos: Organización y lucha por el territorio.
En Cajibío, departamento del Cauca, las familias vinculadas al Coordinador Nacional Agrario han trabajado por la recuperación de tierras que anteriormente estuvieron en manos de la compañía SmartFeed Westrock. Este territorio, que durante siglos ha alimentado a comunidades campesinas e indígenas, se ha convertido en un escenario de disputa frente al avance del monocultivo de pino y eucalipto, impuesto por la multinacional Smurfit Westrock, resultado de la fusión entre las empresas transnacionales Smurfit Kappa, de origen irlandés, y Westrock, estadounidense.
Esta la multinacional ha sido señalada de sostener lazos con grupos armados, tanto paramilitares como disidentes de las FARC, un recordatorio de que, en Colombia, el poder económico y la violencia están íntimamente ligados. El conflicto armado sigue siendo una sombra que se cierne sobre Cajibío, mientras las comunidades recuperan sus territorios y construyen planes de vida, la respuesta de Smurfit Kappa ha sido la intimidación y la violencia. Líderes comunitarios han enfrentado amenazas, atentados y persecuciones políticas por defender su tierra.
Es así como desde el año 2024, familias y líderes de la organización Asociación de Trabajadores Campesinos de Cajibío (ATCC), filial del Proceso de Unidad de Popular (PUPSOC) Coordinación Pupsoc, han agredido, atacado, señalado y amenazado a los campesinos organizados en la vereda La Capilla. Nuevamente, el día jueves 6 de marzo de 2025, integrantes de esta organización en horas de la noche ingresaron a las parcelas, atacando con piedra, papas bombas, tumbando y destruyendo la simbología del CNA, además de amenazando a los campesinos que se encontraban en el momento.
CONTINÚAN AGRESIONES EN EL CAJIBÍO CONTRA EL CNA
Desde el 2021, diversas organizaciones campesinas e indígenas de los pueblos Misak y Nasa, comenzaron un proceso de recuperación de tierras despojadas por la multinacional Smurfit West Rock. Desde entonces, han vivido la respuesta violenta de la multinacional y de grupos paramilitares.
Esta violencia no ha cesado, además de los actos perpetrados en marzo por parte de la Asociación de Trabajadores Campesinos de Cajibío (ATCC), vinculada a la Unidad Popular del Suroccidente Colombiano (PUPSOC), campesinos adscritos al Coordinador Nacional Agrario (CNA) han registrado hostigamientos, el 3 y 4 de enero de 2025, generando un clima de inseguridad y dificultando la unión de esfuerzos populares para enfrentar la verdadera amenaza: Smurfit Westrock.
Vea nuestro anterior artículo: Grave situación de agresiones contra familias recuperadoras del territorio en Cajibío, Cauca
Smurfit Kappa en Colombia es una crónica de despojo y explotación.
Desde la década de 1980, esta multinacional ha tejido una red de influencias políticas y económicas que le ha permitido no solo apropiarse de las tierras más fértiles, sino también manipular las leyes a su favor. En Cajibío, las concesiones y contratos de arrendamiento han desplazado a comunidades enteras, alterado el curso natural de los ríos, secando nacimientos de agua y empobreciendo los suelos. Esta estrategia responde a un capitalismo voraz que, bajo la máscara de la modernidad, perpetúa formas brutales de acumulación por desposesión.
Durante más de cuatro décadas, Smurfit Kappa ha extendido su dominio sobre más de 2.700 hectáreas de tierra en propiedad y otras 1.300 en arriendo, en un contexto donde la Unidad Agrícola Familiar (UAF) en Cajibío, regulada por el Acuerdo 167 de 2021, oscila entre 3 y 6 hectáreas por familia. Este desproporcionado control de la tierra ha tenido un impacto devastador: la biodiversidad local ha sido reemplazada por monocultivos que, bajo la apariencia de desarrollo, esconden la destrucción de ecosistemas y la devastación de la vida campesina.
El impacto ambiental es profundo y alarmante. Los bosques nativos han sido arrasados, y la fauna local ha sido desplazada. Los monocultivos de pino y eucalipto, aunque rentables económicamente, empobrecen la tierra y alteran el ciclo hídrico, generando un daño irreversible al ecosistema. Además, la presencia de Smurfit Kappa ha traído consigo la precarización laboral: los trabajadores, contratados de manera temporal, son explotados en condiciones que rayan en la esclavitud moderna. Pero el daño no se limita al medio ambiente y a las condiciones laborales. La multinacional ha empleado estrategias para dividir a las comunidades, enfrentando a familias vecinas entre sí.
Donde persistan las contradicciones persistirá la resistencia.
Sin embargo, la historia de Cajibío no es solo una de despojo, sino también de organización. Desde 2021, las comunidades campesinas e indígenas han emprendido un proceso de recuperación del territorio, retomando lo que por derecho les pertenece. Este movimiento, liderado por el CNA y apoyado por los pueblos indígenas Misak y Nasa, busca además de la recuperación de las tierras privatizadas, la regeneración del tejido social y la revitalización del suelo. Las primeras siembras, aunque modestas producto de la degradación histórica del terreno, representan un acto de esperanza y un paso hacia la soberanía alimentaria y la reconstrucción de la vida comunitaria.
Aunque el conflicto armado sigue siendo una sombra que se cierne sobre Cajibío: líderes comunitarios han enfrentado amenazas, atentados y persecuciones políticas por defender su tierra. Aún así, este conflicto no es solo una lucha por la tierra; es una lucha por la dignidad y la vida misma. Las comunidades de Cajibío, con su organización, nos recuerdan que la tierra no es solo un recurso a explotar, sino el hogar que sostiene nuestras vidas. En su recuperación se juega el futuro no solo de estas comunidades, sino de toda Colombia.
En Cajibío, la lucha continúa
En 2024, durante una caravana humanitaria organizada por REDHER, familias agrarias campesinas del Cauca se movilizaron en los territorios recuperados de Cajibío, reafirmando su compromiso con la defensa de la tierra y la vida. En estas tierras, se ha declarado un Territorio Campesino Agro-Alimentario, un paso simbólico y práctico hacia la construcción de un futuro donde la tierra vuelva a ser de quienes la trabajan, donde los ríos corran libres y donde la vida, en todas sus formas, sea respetada y protegida.
Por el contrario, la acción del Estado ha sido insuficiente, limitándose a la formalización y adjudicación de tierras, ignorando la realidad de la concentración y distribución inequitativa de la propiedad en el país. Es urgente que el gobierno colombiano deje de ser cómplice de estas empresas transnacionales y tome medidas efectivas para garantizar los derechos de las comunidades rurales. Además de impulsar, Una reforma agraria integral, que promueva un uso y distribución más equitativa de la tierra, indispensable para dinamizar la economía y fortalecer la autonomía de las regiones.
La recuperación de la tierra en Cajibío no es solo una cuestión de justicia social, es una necesidad urgente para la permanencia de estas comunidades y la protección del medio ambiente. Es urgente el desmantelamiento del paramilitarismo y la implementación de políticas que protejan los derechos de campesinos e indígenas, además del desarrollo productivo de los territorios de manera planificada y gestionadas por las comunidades, son pasos esenciales para avanzar hacia una Colombia soberana.