Trochando Sin Fronteras – Mayo 20 de 2021
Las grandes y sostenidas manifestaciones de estas cuatro semanas muestran que el pueblo colombiano se ha dado por consigna: ¡no volver atrás! ¡Ganar esta vez, porque está mamado de que se le desconozca sistemáticamente y se le derrote a través de la violencia! Escúchelo bien Duque, no ha llegado hasta aquí para que usted salga con chapitas y botones. Lávese las orejas y déjese de payasadas.
Decimos que está ganado al menos en tres sentidos: i) mediante un conjunto de reformas que promuevan economía de fondos públicos; ii) al alcanzar mayor conciencia colectiva de la profundidad de la crisis a la que ha sido empujado; y iii) al construir una forma organizativa superior que le facilite la salida a la crisis por medio de una Asamblea Nacional Popular.
En los diferentes espacios de discusión, en particular en las asambleas populares que se multiplican por todo el país, ha emergido cierto consenso sobre la necesidad de afrontar reformas serias a los sistemas de pensiones, salud, empleo, educación, entre otros. Es esto lo que ha querido evitar el gobierno al dilatar y neutralizar la mesa de negociación, y más bien declarar y aplicar el “estado de psicoterror”, pues de ese modo la atención se centra en las consecuencias, tan graves como la violación a los derechos humanos y las garantías de la Constitución, y no en las causas. La violencia estatal se despliega como una cortina de humo, para impedir que los mecanismos perversos para favorecer la acumulación de capital sean puestos en discusión.
Está documentado cómo las leyes elaboradas desde inicios de los noventa crearon esos mecanismos perversos que legalizan el traslado de fondos públicos o sociales a las manos de unos cuantos grupos capitalistas. Ellos hicieron y continúan haciendo la ley para garantizar sus ventajas, la diseñan y cortan como si fuera un traje hecho a su medida. Pero una cosa es legalizar la perversión y otra muy diferente que ello devenga en actos legítimos.
Es aquí donde las protestas reclaman, con pleno sentido de justicia, que existe la imperiosa necesidad de reformar las leyes por las cuales se diseñan y rigen los sistemas antes mencionados, pues en todas ellas se introdujo “un desagüe” mediante el cual los recursos públicos van a parar a manos de los grandes grupos.
Es decir, la exigencia básica que tiene ese conjunto de reformas es que los fondos de esos sistemas sean retirados de las usurpadoras manos de los grandes capitalistas, para que puedan recobrar el carácter social y público que les da origen; cosa que la Constitución reconoce. Al escuchar con atención los planteamientos alternativos, se descubre en ellos la tendencia a cambiar las políticas neoliberales por un capitalismo de fondos públicos. Escúchese bien: Economía de fondos públicos y no Castrochavismo.
¿Cómo podría funcionar ese economía de fondos públicos?
Aquí podemos ofrecer una imagen general, quedando como tarea su ampliación. Las reformas antes citadas, permitirían la creación de un gran fondo público de inversiones, capaz de apalancar la multiplicación de las capacidades productivas del país. Este fondo se alimentaría de los recursos provenientes de pensiones, salud, utilidades de empresas públicas estatales, recursos extraordinarios emitidos por el Estado, así como de capitales privados, tanto nacionales como extranjeros. Con estos recursos se financiarían iniciativas productivas que darían lugar a empresas de capital social y/o mixto, y que funcionarían bajo el modelo de empresas privadas. De ese modo, los trabajadores podrían aportar su esfuerzo a cambio de un salario, pero el grueso de los beneficios ya no lo podrían privatizar nefastos personajes como Luis Carlos Sarmiento, sino que retornarían a fortalecer el fondo público de inversión.
La economía de fondos públicos crearía un circuito virtuoso capaz de despertar y desplegar las capacidades productivas, que hoy se encuentran estancadas hasta el límite. Puede que esto a algunos les sorprenda, les parezca raro o más bien novedoso, y por eso lo vean como un “invención” sin fundamento. Pues no es así, porque bajo ese modelo, con sus relativas diferencias, ya funcionan en el país varias empresas que tienen buenos resultados, como son las Cajas de Compensación tales como Colsubsidio, Cafam o Compensar, pero también compañías como Ecopetrol, y las Empresas Públicas de Medellín-EPM. Si bien sus formas de gestión tienen limitaciones, estas serían corregibles al permitir el desarrollo pleno del modelo.
Es imperativo insistir que se trata de reformas bajo el capitalismo, pues a nadie, hasta ahora, se le ha ocurrido tildar de comunistas a países como Suecia o Noruega. Una de las virtudes que tiene el modelo, es que al potenciar el fondo de inversión se multiplican las empresas, y con ellas los puestos de trabajo bien remunerados. De esa manera, se viabiliza la sostenibilidad de largo plazo de los subsistemas sociales como salud, pensiones o educación. En consecuencia, se detiene el actual traslado de recursos del presupuesto públicos hacia esos fondos, y más bien se amplían las fuentes de tributación, que permitirán al Estado cumplir con las garantías de derechos ya establecidas en la Constitución.
Gaviria, Uribe, Santos y De la Calle son algunos de los padres del adefesio por el cual fondos de carácter social o público pasan a manos privadas, es por eso que, cada uno a su manera defiende al gobierno títere del gran capital. Tal cosa sucede porque en el mismo lugar donde la Constitución y la ley afirman garantizar un determinado derecho, enseguida se coloca la coletilla, de que tal prestación se hará también por medio de terceros, y esto se convirtió en el caño por el cual se les traslada billones de pesos anuales a los grandes grupos. Así de simple puede ser el cambio que se reclama en las calles, y esto mismo explica el terror con el que el gran capital y su gobierno ven al conjunto de reformas que exige hoy el paro.
¿Estamos ganando mayor conciencia colectiva?
Pasemos al segundo punto, el de ganar una mayor conciencia colectiva sobre la dimensión y carácter de la crisis a la que ha sido empujada la sociedad colombiana. Las protestas de estas últimas décadas, y en especial la continuidad del paro entre fines de 2019 y este momento, han ido forjando espacios de reflexión y discusión sobre las causas de las diversas problemáticas que enfrenta el país. El diagnóstico se ha estado aclarando y queda, en parte, recogido en las demandas de los más de cien puntos de exigencias en el pliego de 2019. De ahí es fácil inferir una crisis social de varias caras: productiva, empleo, renta básica, salud, pensiones, educativa, minero-energética, agropecuaria, ambiental, del régimen de gobierno, y hasta de la misma democracia.
Este debate se manifiesta en un país que está en vilo, se lleva a cabo en todos los espacios de la vida social, desde el hogar, el barrio, los medios de comunicación, en especial las redes sociales, y también se materializa en las asambleas populares que se suceden en los puntos de concentración, localidades, municipios o ciudades. Al respecto, el Editorial Preguntas Ineludibles publicada el 15 de mayo ofrece una serie de ventanas desde las cuales se podrían interpretar. Lo importante es destacar que por medio del debate las mayorías han pasado a asumir su responsabilidad en el diseño de salida de la crisis.
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Esa labor, esa ganancia, se debe animar y acrecentar sin cesar, pues permite que la mayoría popular se dote de una conciencia colectiva sobre su pasado y de los potenciales destinos alternativos que puede forjar. Tal resultado práctico hace que tome en sus manos la política, poniendo en cuestión la “pasividad” a la que ha sido sometida. Al respecto hay que hacer bien los balances, pues ni se estaba en una pasividad absoluta, ni existía un activismo lo suficientemente competente.
Que el pueblo colombiano haya sido empujado hasta la actual crisis, significa que el diseño del país quedó en manos de unos cuantos rufianes, de modo que las grandes mayorías fueron expropiadas de esa función. Sin embargo, hay que tomar en cuenta las continuas y duras batallas que se han librado a través de las organizaciones obreras, campesinas, indígenas y de muchos otros sectores sociales, pero que desafortunadamente han sido acalladas a punta de violencia. Estas luchas son las que, en parte, rebrotan entre la juventud proletaria que se ha colocado al frente, en primera línea como dicen ellos.
Pero también es necesario reconocer ese otro elemento de pasividad y negligencia en la que se sumergió la mayoría proletaria y popular, al punto que se desentendió de la política como si se tratara de algo nocivo. En parte, esto es resultado de un sistema político diseñado para restringir el ejercicio del poder y limitarlo a la élite capitalista y politiquera, lo que se expresa, entre otras cosas, en rebajar el proceso electoral a un burdo mercado, de modo que los votos se pueden comprar a cambio de unos pocos ladrillos o una teja, que por demás, se pagan con fondos públicos. De ese modo, la componenda corrupta ha quedado libre para caerle en picada a un presupuesto público que en 2021 sumó más de trescientos billones de pesos, y también a los fondos de recursos públicos antes mencionados.
En síntesis, la corrupción es una industria de pequeñas inversiones y grandísimas ganancias, y en ese esquema no es solo que la democracia falle, sino que también se produce una incapacidad para ampliar las pocas puertas que deja la restringida democracia en Colombia.
Pero eso es lo que está cambiando en el país, cuando se suceden los debates públicos y de ellos brotan las propuestas de reforma. Esto atemoriza a los granujas que tienen el poder, pues ya no les sería de su propiedad el definir los qué y cómo respecto del país. Esta conciencia colectiva, que se acrecienta a pasos agigantados, debe facilitar la comprensión de que la magnitud de la crisis es tan grande que su salida no se le puede encargar a unos pocos, mucho menos a los de siempre, sino que el problema afecta e involucra a todos, y todos activamente deben participar en su solución.
En esto, la nueva generación de proletarias y proletarios que está en primera línea eleva las esperanzas cuando afirman que a ellos no les engañan, pues ni ven ni oyen Caracol o RCN. Es así, que en las asambleas populares hay que darle la bienvenida a esa nueva democracia que viene despuntando.
¿Asamblea Populares?
La tercera forma en que ya va ganando el pueblo, pero que está por consolidarse, es que esa conciencia colectiva está forjando una forma de organización superior a las hasta aquí desarrolladas, que se va traduciendo tanto en las asambleas populares, como en la iniciativa por una Asamblea Nacional Popular-ANP. La asamblea se concibe como una estrategia práctica para enfrentar la dimensión de la crisis, ya que permite identificar las rutas posibles de su salida. Es a la vez una forma de mayor organización, unidad y coordinación para enfrentar los retos de este largo paro, pues el Comité Nacional del Paro – CNP- apenas se diseñó para enfrentar la negociación con el gobierno, por tanto está restringido en sus funciones. De ahí que la nueva dinámica forjada en estas cuatro semanas lo haya más que rebasado.
La asamblea entonces vendría a complementar y ampliar las capacidades organizativas alcanzadas en 2019, materializadas en el CNP. La iniciativa permitiría ampliar la representación a sectores sociales que no están incluidos allí, o no están bien representados. De esa manera, crecería la legitimidad que se requiere en este momento para enfrentar la estrategia de guerra y de desgaste que ha implementado el gobierno. Además, al ser un espacio para la deliberación y decisión autónoma del pueblo, la ANP ayudaría a forjar parte de la síntesis orgánica e intelectual que requieren los problemas identificados, ya que en ella convergerían experiencias y conocimientos necesarios para afinar los contenidos específicos de las reformas, por eso mismo sería el órgano idóneo para fijar los mínimos a alcanzar en la negación con el gobierno.
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Lo más importante es que la asamblea, en tanto un momento en la organización del pueblo, no limitaría su lucha a la actual coyuntura del paro, el cual es un período clave en el que se pueden abrir las puertas de la salida de la crisis, sino que la proyecta en el horizonte de su resolución.
La asamblea se ha estado autoconvocando en diversas asambleas sectoriales, locales, municipales o departamentales, y en los próximos días se sucederá la primera reunión preparatoria a nivel nacional, de la que se espera salga el llamado amplio y formal en torno a la mecánica de su realización plena, de modo que estamos citados todos y todas.
En este momento una grandeza moral recubre al pueblo colombiano, y esta se transmite a través de mensajes, llamadas, fotos, memes, o videos, que acrecientan la solidaridad y concitan admiración, esa con esa admiración que acompañamos a las y los jóvenes proletarios que están en la primera fila trancando la agenda guerrerista, tan solo armados de su noble corazón. ¡Hay futuro, y futuro bueno para todos!