Con el llamado al Paro Nacional realizado por la Cumbre Social Política y Popular el 19 de mayo, el inicio del tercer debate del proyecto de reforma laboral en la Comisión 4° del Senado de la República, y la radicación del proyecto de consulta popular 2.0, continua la intensa coyuntura política del país.
Estamos frente a un nuevo quiebre de la estrategia institucional del gobierno de Gustavo Petro que sin excepción ha tenido como límites el muro de poder que conforma la gran burguesía nacional, sus partidos políticos y empresas de comunicación. Este conglomerado de fuerzas ha anulado cada uno de los esfuerzos por impulsar y consolidar una agenda reformista.
La acción defensiva de sus intereses por parte de la gran burguesía expone el grado de descomposición del proceso político y agudiza la crisis de legitimidad de sus poderes a través de la cual se asienta la democracia formal. A esto se suma la incapacidad del progresismo para ordenar sus pocas fuerzas burocráticas y agenciar los mínimos de su estrategia de gobierno. La incapacidad y las acciones de la burguesía han provocado que la pelota caiga de rebote en el campo de las clases proletarias y populares, abriendo así la posibilidad de que se potencie su acción como alternativa de poder.
Los acontecimientos de las semanas anteriores ya anunciaban que la marea de la lucha de clases del país aumentaría. En efecto, esto sucedió, una vez volvieron a aparecer los límites de la dirección progresista y su modelo de presión a la clase política tradicional, la instrumentalización popular y negociación burocrática.
Así, el hundimiento de la consulta popular y el proceso de resurrección del proyecto de reforma laboral bajo formas inescrupulosas, por parte de los partidos tradicionales y voceros de los grandes gremios capitalistas, puso de frente el trasfondo de la situación de crisis que vive el país. Esta crisis ya se evidenciaba en 2021 con las movilizaciones que sacudieron los cimientos del statu quo colombiano, y en las que se reveló una pugna estructural e irreconciliable entre las clases del capital y el amplio conglomerado de proletarios y proletarias, quienes son objeto de la vertical relación de dominación y explotación que sostiene el dominio de los primeros.
Sin embargo, en el actual escenario se expresan condiciones a favor de las clases proletarias y populares, lo cual posibilitaría que las organizaciones de base y de los movimientos sociales jalonen la movilización y tomen posiciones a favor de los amplios sectores del proletariado urbano, que malviven en las ciudades. Pese a esta oportunidad, se deben evaluar los efectos negativos de la estrategia paramilitar en regiones y ciudades, además de los grados de institucionalización y de subordinación de sectores del movimiento social a la conducción de las fuerzas del gobierno y sus clientelas partidistas. Estas situaciones, muchas veces, actúan de manera limitante e impiden la espontaneidad racional de la acción política popular y proletaria y el desdoble de su iniciativa y liderazgo.
Lo anterior lista una serie de factores que obligan a pensar desde diferentes lugares la acción política de las clases proletarias y populares, no solamente el que hacer, sino fundamentalmente el cómo avanzar en medio de dos condiciones que determinan la actual coyuntura de la lucha de clases: la acción reactiva de los poderes que forman el muro de la burguesía como límite estructural y la crisis del reformismo progresista con sus mecanismos de acción.
El muro de la burguesía y la ofensiva reformista del capital
El desenlace de los acontecimientos de la semana pasada con el hundimiento de la consulta popular y la retoma del proyecto de reforma laboral en el Senado marcó una nueva tendencia del proceso de respuesta de las fuerzas de capital. Con ello la puesta en marcha de su ofensiva contra-reformista articulada desde diferentes mecanismos de reacción[1], sobre los cuales no solamente pueden consolidar su acción de cierre institucional al programa reformista del gobierno, sino también, retomar la iniciativa de ajustar la gestión de las reformas sociales a la medida de sus intereses. Es decir, desarrollar reformas con tono plenamente conservador.
Así lo evidencia la cooptación del proceso de discusión del proyecto de reforma laboral en la Comisión 4° del Senado y el respaldo que ha tenido por parte de los grandes gremios del capital, la negación de la solicitud radicada por el bloque parlamentario del gobierno para reabrir la votación de la consulta popular, expresada en la votación final de 64 en contra y 31 a favor; y la posible sentencia negativa de la corte a la reforma pensional[2].
A lo anterior, se suman los llamados de líderes de partidos de derecha, quienes a través de las empresas de comunicación hegemónicas piden rodear a los poderes estatales, defender su institucionalidad y moderar las expectativas de reforma, a fin de no profundizar la polarización social.
También, a los reiterados argumentos durante la fase de audiencia pública de la reforma laboral, sobre lo regresivo para el capital de transformar los parámetros de la jornada de trabajo y el nivel del valor del trabajo expresado en el salario, pues para los voceros gremiales del gran empresariado, cualquier cambio como en el caso del recargo nocturno y los recargos dominicales, sería estructuralmente regresivo para el capital[3].
La actitud contra-reformista de la derecha colombiana se suma al proceso de subordinación que los grandes gremios del capital meses atrás lograron sobre la política de paz total del gobierno y de su política de seguridad, del proceso de contención de reformas como la salud y de estrujamiento de la política agraria del progresismo, entre otros.
El escenario expresa la radicalización del bloque oligárquico en línea de contener la degradación de sus factores de dominación política y explotación económica, de conservar la base de su régimen y ajustar la etapa de reforma social a sus intereses estructurales como clase dominante.
Lo anterior puede dar razón del sentido reaccionario y radical del planteamiento expuesto por el expresidente César Gaviria hoy director del Partido Liberal, en su comunicado del 20 de mayo, en el cual de forma lapidaria advirtió al presidente Gustavo Petro que: “Señor presidente, si insiste en imponernos una Constitución paralela a la de 1991, nos veremos en la obligación de desconocer su autoridad como jefe del Estado”.
La arbitrariedad de Petro nos puede llevarlo a desconocerlo como presidente. Comunicado del director del Partido Liberal, César Gaviria Trujillo, firmado el 20 de mayo del 2025. (Partido Liberal @PartidoLibetal). 21 de mayo. 25. “
“No lo elegimos dictador sino presidente de los Colombianos, con su arbitrariedad Petro nos puede llevar a desconocerlo como presidente si insiste en imponernos la constitución Petro / expresidente de Colombia,Cesar Gaviria Trujillo / @PartidoLiberal https://t.co/JMWyovGApX
— Partido Liberal (@PartidoLiberal) May 21, 2025
Esta cuestión radica en que, a medida que el contra-reformismo de las clases capitalistas arrojan gasolina a las contradicciones que expresa la lucha de clases, movilizan todo su poder contra los intereses de las mayorías proletarias. Todo esto, incluso a costa de evidenciar los fundamentos fraudulentos de su régimen político y de su regresivo modelo de acumulación.
Es esta actitud negacionista la causa que motiva la movilización de las clases proletarias y populares, además de que abre ventanas de oportunidad para su fortalecimiento como fuerza política. Situación que les obliga a diseñar y dar respuestas a las demandas inmediatas de la coyuntura, pero al tiempo a recalibrar la política estratégica con la cual la el progresismo colombiano plantea confrontar los escenarios venideros. Esto se debe a que tanto la crisis del modelo de conducción y transformación progresista, como el fortalecimiento del reformismo de derecha, abre la posibilidad de una respuesta más estructural desde el campo popular, para una salida proletaria-popular a la crisis.
La tarea del campo proletario y popular: romper el muro de poder de la burguesía
Por su parte, el campo popular ha ido asimilando la magnitud del reto que tiene al frente. Aunque son mayoritarios los sectores que aún subordinan su acción a los límites de la táctica de acción del progresismo, ha sido pertinente el llamado consensuado a la movilización y a la apertura de diferentes formas de deliberación que pueda consolidar escenarios de democracia como cabildos y asambleas populares.
La coyuntura pone al frente dos metas relevantes para la marcha de las fuerzas proletarias y populares. Por un lado, la consolidación de un proceso de movilización y fuerza popular que pueda descorrer en una Huelga General. Un proceso que se proponga retomar la potencia movilizadora de las jornadas del 2021 y con ello ganar por la vía de la calle los mínimos que por mecanismos institucionales les han sido reiteradamente negados.
Por otro lado, consolidar la Asamblea Nacional Popular, iniciada también a finales de las jornadas del 2021 y desde allí ampliar la potencia política de los cabildos populares y, las asambleas sectoriales y territoriales. Estos espacios de democracia directa pueden gestionar respuestas inmediatas de cara a ganar mejores condiciones de fuerza y liderazgo. En síntesis, una estrategia para ir más allá de los límites que aún impone la vanguardia de las direcciones de la pequeña burguesía progresista.
Por esto, toma relevancia el llamado de la Cumbre Social Política y Popular a fortalecer la movilización y generar las asambleas y cabildos populares, como formas de ampliar las condiciones de acumulación de fuerzas, para confrontar el proceso de avance contra reformista del bloque político del capital.
En medio de este proceso queda abierta la necesaria tarea por parte de las fuerzas proletario-populares de ganar mayores niveles de autonomía y posicionamiento, además de develar la naturaleza de clase de la aparente lucha democrática que hoy se expresa con tanta intensidad en el país. Y que, en función de los grupos de poder y contradicciones que la animan, puede desencadenar considerables ventanas de oportunidad para desplegar la potencia de las clases populares como fuerza alternativa y revolucionaria, frente a la crisis y límites de progresismo y el muro de la burguesía.
Referencias