El enemigo natural que en mis años he conocido, tanto de las insurgencias, como de los sectores sociales, han sido los gobiernos de tradición burguesa, que han puesto las fuerzas del Estado para exterminarlos ya sea a guerra sucia paramilitar, falsos positivos militares, cárcel o destierro. Pero nunca en mis años había ocurrido que una guerrilla, o insurgencia, atacará a civiles desarmados, a proyectos sociales y comunitarios o a líderes y lideresas sociales.
El enemigo acérrimo de los tejidos sociales según las normas imaginarias de las guerras internas, siempre han sido los grupos paraestatales, paramilitares o asesinos encubiertos. Luego, es indiscutible y como viejo sé que no me equivoco, los paramilitares de hoy en Arauca y Colombia, son aquellos que recogieron el estandarte de las extintas FARC y hoy se hacen llamar “Disidencias”, grupos criminales, incapaces de leer los nuevos clímax de la Colombia contemporánea y que no merecen ningún estatus político, que no deben tener cabida en la civilidad del diálogo, grupos encubiertos en máscaras de caricaturas revolucionarias, que actúan bajo la tutela de la Fuerza Pública, aún no purgada por el Gobierno del Cambio.
Ya soy viejo, pero no pendejo, a otro perro con ese hueso , no hay tales disidencias, hay paramilitares disfrazados de insurgentes asesinando las bases sociales de esa Colombia que sueña, piensa, resiste e insiste por un mundo mejor.