Atravesados por distintos modos de producción a través de los tiempos, los pueblos han transmitido sus conocimientos para el cultivo de alimentos, constituyéndose un legado milenario de saberes y prácticas. Al tiempo, se han desarrollado avances en las herramientas y tecnologías que han modificado las formas de producir.
Desde una perspectiva de la acumulación, estos avances han llevado a la mercantilización de los alimentos, las herramientas, las tecnologías y las semillas, implementando sistemas basados en la modificación genética y la aplicación de paquetes tecnológicos; todo esto a costa de la salud de quienes consumen los alimentos.
Actualmente, la implementación de estos sistemas pretende regular e implantar paquetes tecnológicos, así como restringir el uso de las semillas propias a través de políticas impulsadas por el Estado. Por ejemplo, en México, la cuna del maíz, la incursión de empresas trans-nacionales, busca pasar por encima de las prácticas y conocimientos de las comunidades indígenas y de su salud.
Asimismo, en Colombia estas empresas también han legislado a favor de sus intereses con el beneplácito de la clase política. Un ejemplo es la Resolución 970 de 2010, expedida por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), a través de la cual se regula el uso de semillas.
Aunque el capital avanza para mercantilizarlo todo, las comunidades preservan prácticas para el cuidado de la vida y mejoramiento de la alimentación con el desarrollo de la agroecología. En la región de Centroriente, por ejemplo, las prácticas agroecológicas se han utilizado durante décadas, intentando preservar formas sanas de producción y alimentación.
A esta experiencia se suma a los conocimientos sistematizados y socializados por Sebastiao Pineiro[1], campesino y agrónomo brasilero, quien en diversas escuelas ha fortalecido las prácticas agroecológicas ya existentes y ha compartido sus propias experiencias.
Los espacios de trabajo han permitido impulsar desde la Asociación Nacional Campesina José Antonio Galán Zorro (ASONALCA), la producción con enfoque agroecológico en las huertas rurales, urbanas y parcelas demostrativas colectivas. Además, avances en la construcción de biofábricas comunitarias y comerciales de bioinsumos[2].
«Estamos apropiando técnicas y tecnologías, adaptando y desarrollando conocimiento que ayuden al campesinado y a la clase trabajadora a mejorar la producción, la dieta alimentaria y la recuperación ambiental». ASONALCA 2023
Las experiencias de la región y de otras partes del país demuestran que es posible lograr una producción a pequeña, mediana y gran escala utilizando las prácticas agroecológicas. Además, estas prácticas de producción no son una simple puesta en marcha de recetas, sino que son la implementación de políticas, prácticas culturales y productivas que permitan el mejoramiento de la calidad de vida.
Los retos de la agroecología
Para construir y poner en marcha una propuesta de la agroecología como política y práctica de producción que ayude a superar el hambre en el país, es necesario avanzar en la entrega de tierras, consolidar los Territorios Campesinos Agroalimentarios, así como crear los Territorios Agroindustriales y Territorios de producción de materias primas. A esto se suma la creación y fortalecimiento de las biofábricas con apoyo estatal y el refuerzo de las cadenas de distribución.
También es fundamental mejorar las cadenas de distribución y comercialización de los alimentos y materias primas, prescindiendo de los intermediarios. Esto implica rehacer y construir un sistema que permita llevar los alimentos directamente al consumidor en las plazas y mercados.
«Hoy son los intermediarios quienes van a la parcela, imponen los precios al producto y especulan con la escasez o la sobre producción, alejando al productor del consumidor” ASONALCA 2023
Afortunadamente, algunas de estas propuestas se están materializando. Un ejemplo es la Plataforma Comercial Agropolitana, quien trabaja articulando productores y consumidores en Cundinamarca y Bogotá. Otra experiencia para resaltar es la Agencia de Comercialización de Cundinamarca, plataforma que articula la producción agropecuaria de más de 300 productores de ese departamento.
De estas experiencias comunitarias e institucionales, respectivamente, es necesario recoger aportes y conocimientos con el objetivo de proyectar empresas de orden regional y nacional que establezcan sistemas y redes de comercialización y distribución, encadenando la producción y el consumo.
Ante la actual crisis de hambre, es necesario, también, asegurar la alimentación de los hogares empobrecidos. Para superar esta problemática, se deben implementar comedores comunitarios como espacio para que el productor y campesino acerque los alimentos a la mesa de las clases populares.
Frente a esto último, también existen experiencias exitosas, como los comedores implementados por ASONALCA en Arauca, la Organización Femenina Popular en Barrancabermeja, y los Refugios Humanitarios realizados por viviendistas en medio de la pandemia del COVID-19 en Bogotá.
Estas propuestas deben ir acompañadas de programas que permitan el estudio y mejoramiento de los suelos, la construcción de distritos de riego, el cambio en la matriz productiva, romper con el monopolio sobre las semillas y eliminar el uso de paquetes de agrotóxicos, además de impulsar y fortalecer empresas productivas de trabajadores y proletarios del campo.
Erradicar el hambre en medio de la crisis es una tarea urgente. Para lograrlo es necesaria la articulación entre el campo y la ciudad, entre campesinos, productores y consumidores. En el marco de estas propuestas, el papel del Estado es importante, pues es el encargado de materializar una Reforma Agraria, Integral y Popular en la que la producción agroecológica sea la única práctica para la producción de los alimentos que ayuden a superar la crisis que viven las clases populares.
Referencias