Trochando Sin Fronteras Edicción Impresa Nº 25
El salario mínimo o la historia de cómo los empresarios juegan con la dignidad de los colombianos
Se termina el año 2015 acompañado de los indicadores económicos del país. Fácilmente saltan a la vista cifras que evidencian cuánto ha subido el precio de bienes y servicios, es decir la inflación. Aquellas cifras que marcan la pauta en la discusión del salario mínimo.
Mientras se realizan diálogos entre sindicatos y empresarios, los trabajadores colombianos, continúan sumergidos en la pobreza, porque la plata cada vez alcanza para menos. Irónicamente, aunque algunos se burlan del golpe económico que ha dado la derecha en Venezuela y manifiestan que aquí si hay papel higiénico -entre otras sandeces-, en Colombia la miseria, la desnutrición y el desempleo abundan.
Los datos sobre inflación ha mostrado que el costo de la canasta familiar subió más de lo que se esperaba. Según las cifras del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), los alimentos básicos con mayores alzas en todo el territorio nacional fueron: cebolla con 69,98 %; otros tubérculos con 63,40 %; yuca con 53,37 %; frijol con 46,61 %, y otras hortalizas y legumbres frescas con 37,82 %. Lo anterior puso en más aprietos al pueblo colombiano, pues el incremento del salario mínimo fue menor a la inflación que se dio en el 2015. Eso significa implica que lo que subió el salario no es suficiente para cubrir los gastos básicos de una familia.
Por otro lado, los empresarios expresan que los índices de desempleo subieron porque se vieron obligados a reducir la planta laboral, debido -según ellos- al incremento de dólar, el fenómeno del niño y la especulación. Es decir que cualquier disminución de la tasa de ganancia no la asumen los empresarios o dueños del capital, sino que automáticamente se la trasladan al pueblo trabajador, vía disminución de salario, despidos o aumento de impuestos.
No es difícil ver que en Colombia lo importante para el gobierno es garantizar la contratación de la mano de obra barata y beneficiar a los empresarios e inversionistas privados. Por eso en la mesa de concertación nunca se llega a un acuerdo y el aumento del mínimo se termina definiendo por decreto y muy por debajo de lo exigido por los representantes de los trabajadores.
En ese escenario se juega cruelmente con las necesidades básicas de los colombianos. Por un lado, el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi) expresa que no va a negociar su oferta, porque su sector se vería afectado con un incremento mayor al que ellos proponen. Por otro lado, las centrales obreras y sindicatos se ven obligados a reducir la exigencia inicial y doblegarse. En cuanto al gobierno, es un actor más en favor de los ricos, como siempre.
Así las cosas, el gobierno propone congelar el precio de varios productos básicos de la canasta familiar, medida que no mejora las condiciones socio económicas del pueblo colombiano, porque ésta se realiza sobre la inflación, es difícil de regular y dura poco tiempo.
Gracias al modelo económico y político que rige nuestro país, la empresa privada es la que decide cómo deben vivir los colombianos y con cuánto dinero. Así los empresarios, industriales e inversionistas se benefician y crecen sobre las bases de pobreza y explotación de los trabajadores.