martes, diciembre 5, 2023

Repercusiones de las palabras de Santos en asamblea de la ONU

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Trochando Sin Fronteras 26 de septiembre de 2016

La Organización de Naciones Unidas (ONU) se reúne desde el 20 de septiembre en su asamblea general número 71, en la ciudad de New York (Estados Unidos). Este encuentro ha permitido ver algunos elementos la geopolítica latinoamericana, a través de los discursos presidenciales que allí tuvieron lugar los primeros días. Entre esos discursos, se destacó el de Juan Manuel Santos, ya que el tema del proceso de paz se encuentra en la mira del juego político en nuestro continente. Además, porque el presidente colombiano sacó pecho por el acuerdo firmado por las FARC-EP.

En su intervención, Santos afirmó los planes neoliberales que seguirá impulsando cuando las FARC-EP entreguen las armas y se conviertan en un movimiento político: “…una Colombia que abre sus brazos al mundo, y da la bienvenida a la inversión, al comercio, al turismo”. Además consideró a Latinoamérica como territorio de paz por la terminación del conflicto con esta guerrilla.

Sin embargo, el conflicto armado colombiano no ha terminado, pues no sólo siguen existiendo las causas que lo originaron, sino que además persisten las guerrillas Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Además, la violencia de las fuerzas estatales y paraestatales contra la población civil también continúa. Esto deja entre dicho el discurso de Santos ante la ONU.

Por un lado, se da logra la desmovilización de uno de los grupos subversivos en Colombia; pero por el otro, se dan golpes de Estado jurídicos en el caso de Brasil y Paraguay, y en Venezuela la derecha intenta derrocar el gobierno constitucional de Nicolás Maduro, a través de sabotajes económicos y campañas mediáticas de propaganda negra contra el proceso bolivariano.

Estos ejemplos envían un mensaje negativo para la izquierda colombiana, ya que se deja claro que si por la vía electoral la derecha no mantiene el poder, encontrará la manera (violenta o con artimañas legales) de tumbar un gobierno progresista o anti-neoliberal. ¿Tendrá las FARC-EP y la oposición colombiana  garantías para ser gobierno al ver estos graves atentados contra la democracia? Dilma Rousseff fue guerrillera, dejó las armas y llegó al poder a través de los votos del pueblo brasileño, pero hace poco fue derrocada por la derecha. ¿Están conscientes de esto las FARC-EP y los otros grupos subversivos en el momento que dejen las armas y quieran llegar al gobierno con el voto?

Y la comunidad internacional poco ha hecho ante a la realidad de nuestro continente. Lo único que se ha escuchado han sido los reiterados mensajes de apoyo a los diálogos de La Habana. Las potencias imperialistas (EE.UU, Unión Europea) desde el primer día de los diálogos han dado su apoyo, actitud diferente con el conflicto en Siria, en el cual no se han puesto de acuerdo para llegar a una solución política. Esto sucede porque las potencias mundiales tienen puestos sus intereses sobre los recursos naturales de Colombia y la pacificación del país conviene a esos intereses económicos.

En ese sentido, se prevé que las multinacionales intensifiquen la explotación de los recursos naturales en los territorios donde hacían presencia las FARC-EP. Su desmovilización será una garantía de explotación junto a las concesiones legales y tributarias brindadas por el gobierno nacional. Por ejemplo, en el caso de los departamentos del Putumayo y Caquetá, las multinacionales podrán extraer el petróleo sin el riesgo de que la guerrilla les vuele un oleoducto o queme los camiones que transportan el petróleo. La única oposición abierta que encontrará el sector privado será la población organizada y movilizada contra el saqueo de sus territorios.

Las comunidades deberán seguir su lucha en defensa del territorio, en el marco del pos-acuerdo. El problema es que mientras las armas entre las FARC y el estado se silencian, los disparos contra la población civil se siguen escuchando. De ahí que la nueva etapa que inicia con el acuerdo de paz represente un reto para los colombianos, en el sentido de lograr mantenerse en el territorio y seguir exigiendo el respeto de los derechos fundamentales, mientras esquivan las balas y demás mecanismos de represión. La salida puede estar en la movilización, en las calles, veredas, mesas de concertación, asambleas, tratando de construir la paz que la mesa de La Habana inició, pero que no generó las condiciones para vivir dignamente.

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