Trochando Sin Fronteras – Marzo 29 de 2020
Por: Edwin Doria – Colaborador
Caminaba sin rumbo alguno por calles y avenidas de la ciudad; trataba de matar el tiempo y escapar de la encerrona mediática a la que estamos sometidos a diario, por los medios masivos de comunicación y la internet. Encerrona enmarcada en una estrategia global económica y cultural; que genera contenidos efímeros, mediante los cuales se posicionan nuevos «valores«; provocando cambios en las estructuras sociales y políticas, e incidiendo en casi todos los aspectos de nuestra vida diaria.
A medida que avanzaba me topaba con tumultos de hombres y mujeres conglomerados en hogares, esquinas, calles, barrios y veredas. Todos hipnotizados frente a la pantalla de un televisor, computador o celular, concentrados y desconectados de la realidad objetiva y sumergidos en una realidad virtual. Ellos viven emociones pasivas motivadas por un partido de fútbol, un reallity, una telenovela, una pieza musical o las redes llamadas sociales. «Inocentes» productos diseñados y transmitidos desde cualquier lugar del planeta para el entretenimiento masivo de millones de seres humanos. Adictos todos al ocio creado y fabricado desde los hilos del poder financiero y político del capital al servicio del consumo y la dominación.
Durante ese recorrido me tropecé con gente conocida, amiga y familiares que quise saludar y conversar sobre cualquier tema; pero fue humanamente imposible sacarlos del trance. Poseídos por el asedio mediático desde que despunta el sol hasta que la última persiana del ojo se cierra por vencimiento físico. Fue cuando decidí volver a casa para recoger una maleta y volar a cualquier lugar donde pudiese escapar con mi familia.
Llegué a casa, no sé, si en el momento oportuno, encontré a hijos e hijas y hasta nietos aislados en lugares estratégicos de la casa. Cada uno enmudecido con un aparato chateando, videojugando, navegando por internet y hasta peleándose por el manejo del control remoto del televisor; ninguno notó mi sorpresiva presencia. De inmediato subí a la habitación para socorrer a mi compañera que debía encontrarse, al igual que yo, angustiada por tamaña situación de idiotizacion colectiva.
Entré desesperado a la habitación y ella yacía en la cama con los ojos abiertos fijos en la pantalla led que yo mismo le había regalado. El televisor había invadido nuestra intimidad, ocupaba un lugar privilegiado de la habitación que nosotros como pareja habíamos convenido asignarle para que hiciera su trabajo alienador. Quise llamar su atención con besos y caricias que automáticamente fueron respondidos por un fuerte sacudón que me sacó de la realidad objetiva y me envío a la irracionalidad.
Tomé con mis manos un bate de béisbol e hice triza, no los acuerdos, sino todos los aparatos electrónicos que había en casa. Está enloquecida acción provocó el despertar, pero también la furia, la irracionalidad y el odio de la familia hacia mí; que luego de llorar a moco tendido por la perdida irreparable de sus queridos aparatos emprendieron la más violenta persecución contra un ser que solo buscaba comunicarse cara a cara con alguien de su misma especie.
La cuestión no termino ahí, de inmediato los vecinos, las autoridades y hasta los personajes virtuales, como la sociedad en su conjunto fueron notificados, por esos mismos medios de comunicación y la información, de la osadía de este resentido social de atentar contra la virtual tranquilidad que viven los habitantes del planeta.
Fue así como se me dio captura y se me hizo un juicio virtual, evento que superó los récord güines de audiencia y sintonía. Sin derecho al debido proceso y a la defensa, y siendo torturado antes del juicio, tuve que soportar en un calabozo, contar los me gusta de Facebook, contestar los Gif de buenos días del WhatsApp o compartir las cadenas de amén cristianas.También leer todos los twiteratones, ver los melodramas mexicanos, venezolanos, turco, coreanos y hasta colombianos. Para finalizar en las transmisiones del fútbol ingles, alemán, italiano, francés, español y colombiano. Sin mencionar todas las copas desde la del rey hasta la liga Postobon. Y así podría pasarme meses-años describiendo en detalles la tortura antes del juicio que me halló culpable por parte del jurado internauta, televidente y radioescucha que me condenó a cadena perpetua virtual.
** Las opiniones, análisis y/o similitudes expresadas por los autores son su responsabilidad, por tanto Trochando Sin Fronteras no se hace responsable