martes, diciembre 5, 2023

Correspondencia Íntima: Mi sicario y yo

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Correspondencia Íntima: Mi sicario y yo

Trochando Sin Fronteras, febrero 10 de 2020

Por: Edwin Doria – Colaborador Trochando Sin Fronteras 

De un tiempo para acá, mantengo correspondencia intima y fluida con mi propio sicario. Cartas van y cartas vienen.
Parecemos dos tortolitos enamorados a la distancia, pero, como decía mi abuela, amor de lejos, amor de pendejos.

Es una relación atípica, él conoce todo de mí, pero yo, conozco poco de él. Tiene ubicado todos mis movimientos, con quién me relaciono, es el único en saber, exactamente, hora, lugar y fecha donde voy a morir.

La primera vez que me escribió fue una advertencia bastante grosera, altanera y temeraria. Advertía:

– Gonorrea bájale el volumen contra el patrón y no seguí metiendo la nariz donde no te han llamado. Sapo hijueputa, Te voy a dar bam bam, si no callas la jeta.

Como no comí cuento, respondí:

-Estimado sicario, no me intimidas, si te molesta el trabajo sindical que realizo, defendiendo los derechos de las y los trabajadores, respira profundo. Tómate tu valeriana para evitar un paro cardíaco, no seas pendejo, hazte el de las orejas sordas y no incomodes al patroncito. disculpa, no hablo con desconocidos. Esta es una excepción.

El hombre entró en cólera, estaba que mataba y comía del muerto. Su comportamiento fue más grosero, obsceno y amenazante.

-Pirobo malparido. No soy ningún pelele pintado en la pared. Viejo marica. Triple H.P. voy a volverte un colador. Te escupiré el día que te mate. No sabes con quien te metes. Ni quien es mi Patrón.

Es sorprendente que una persona de tu talante se preste para este sucio juego, hasta el momento imaginaba, un tipo inteligente y hasta de buenos sentimientos.

Esta parte logró desarmar, en algo, su beligerancia, y permitió mostrar, lo que aún, le quedaba de humanidad. Comenzó a tratarme de otra manera.

-Compréndame, es mi trabajo. Si no hubieses seguido con la terquedad de molestar al patrón, otro gallo cantaría.

Luego de unos días de tregua, volvió a escribirme.

– Ayer tuve un encontronazo con el patrón, ordenó asesinarte con arma blanca. A lo cual, me opuse. «Está comprometida la ética profesional como sicario.”

-Nunca he manchado mis manos de sangre, por lo mucho de pólvora. Soy gatillero.

Le dije:

-Eso, estuvo bien. Reconozco tu profesionalismo y pulcritud. Permíteme hacer una pregunta: ¿tienes prestaciones sociales?

-Mi contrato es por encargo y verbal, además, no es directo, soy el último eslabón de una larga cadena. No sé, quién es el verdadero patrón.

-Es más, mi mujer y mis hijos, que tanto quiero, no están enterados en que camello. Nunca he llegado a casa manchado de sangre. Aunque, pienso, ella sospecha, pero nunca se atrevería, ni a insinuármelo.

-Se nota que eres buen padre. Es una lástima que nuestra amistad no perdure por mucho tiempo.

-Cada vez que llevo los nietos al colegio, espero encontrarte en una esquina o bajarte de una moto para dispararme, sin ni siquiera decirnos un adiós. No vayas a creer, en pocos días, he llegado a estimarte.

-Señor sindicalista, así es la vida. Cuando lo veo con sus nietos y su esposa, recuerdo a la abuela … llevándome de la mano al colegio. Era el único apoyo. Conservaba todos los dibujos que hacía. Pa que, era bueno pintando. cuando Dios me la arrebató, rompí toda esa vaina y no volví a dibujar hasta cuándo me metí en este cuento. A los pacientes en lista para liquidar, les hago un dibujo inspirado en las fotos enviadas, por el patrón, para distinguirlos y no fallar. Cuando les doy por la cabeza, quemo el dibujo.

-Pero a usted no le interesa esa mierda. Debo eliminarlo y punto.

-Sinceramente me has conmovido con ese relato y haría cualquier cosa por ayudarte. Me caes bien.
¿Puedes regalarme el retrato que dibujaste de mí?

-Pero, vean este. Me salió general. La verdad, quedó rechimba. Hasta bonito se ve el viejo. Pensé. Qué lástima. Nada mi viejo. Olvídese del tango, Gardel ya murió.

Quisiera conocerte y tomarme unos guaros contigo. Sin importar, lo que luego, pueda suceder. Debieras concederme ese deseo. cómo lo hacen los duendes. A los condenados a muerte se le concede un último deseo. Tú eres mi duendecillo. Le dije.

-¡Uy! Tan bonito. Antes nadie me habló así. Ni mi mujer. La verdad, lo siento. No puedo violar mis propias normas.

-Sabes qué, viejo, salve su pellejo, lárguese de aquí. Aunque pierda esa plática, destinada para el uniforme y los libros de los pelaos. Quiero hacer una obra de caridad con usted. Dios me lo pagará.

-No estaría bien, por la mía culpa, tus hijos quedasen sin útiles escolares. Más bien, te ofrezco el dinero para que compres lo necesario y olvidamos el asunto. No pienso irme de la ciudad donde he luchado toda una vida.

– Entonces, no tenemos más que hablar. Hueles a muerto. Esa platica no se la va a ganar otro hijueputa. A otro perro con ese hueso.

Desde hace dos días no salgo de casa. Mañana, tengo cita médica. Estoy seguro, mañana conoceré personalmente a mi sicario. Lo que no sabe, mi duendecillo, estoy armado para defenderme. Lo que Dios quiera.

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