lunes, mayo 19, 2025

La difícil vida del campesinado en el Perijá y el Valle del Río Cesar

Si las montañas del Perijá pudieran erupcionar aquellos muertos que allí fueron sepultados, con dichos restos pudiera construirse una montaña tan grande como cualquiera de las existentes. Fue brutal el terror y la violencia impartida contra las comunidades campesinas para la época de “los combos”.

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La muerte de Jorge Eliécer Gaitán no solo llevo al famoso “Bogotazo” y a los miles de litros de sangre derramados en Colombia, sino que además transformó de manera categórica la majestuosa Serranía del Perijá. El inhabitado complejo montañoso fue poblado por nuestros padres y abuelos, quienes llegaron a esta región desplazados del Departamento Norte de Santander, en el marco de la violencia desatada por el asesinato del dirigente liberal.

Ellos llegaron con tradiciones y costumbres propias de su cultura nortesantandereana, las cuales, a su vez, no se acomodaban con las propias de la región. Los “cachacos”, como solían decirles a los desplazados por la violencia bipartidista, fueron explorando la Serranía del Perijá con la esperanza de encontrar tierra y clima apropiados para sembrar cultivos de cebolla, zanahoria y cilantro, entre otras hortalizas que hacían parte de sus prácticas agrícolas y conocimientos.

Así fue como se fundaron algunos poblados en el Piedemonte del Perijá, tales como: San José de Oriente, La Paz, Media Luna y San Diego, entre otros; y también aquellos pequeños caseríos que se encuentran incrustados en la parte media y alta de la serranía, imprimiendo así un aire distinto a la dinámica económica del departamento.

En este mismo contexto, el país se vio marcado por un inolvidable episodio de narcotráfico, al cual se le conoció como “la bonanza marimbera” (1974-1985) lo que permitió que se desarrollaran cultivos de marihuana a gran escala en la mayor parte de la Serranía del Perijá. Como consecuencia, hubo una amplia circulación de dinero, lo cual se convirtió en el escenario propicio para la creación de algunos grupos delincuenciales conocidos como “los combos”, quienes se dedicaron —a través de sus accionar delincuencial— a ejercer control territorial en función del manejo de la economía proveniente del cultivo de la marihuana.

Si las montañas del Perijá pudieran erupcionar aquellos muertos que allí fueron sepultados, con dichos restos pudiera construirse una montaña tan grande como cualquiera de las existentes. Fue brutal el terror y la violencia impartida contra las comunidades campesinas para la época de “los combos”.

Finalmente, estas estructuras delincuenciales empezaron a ser enfrentadas y controladas por las insurgencias que llegaron al territorio. Sin embargo, algunos de esos narcotraficantes miembros lograron sobrevivir y abrirse caminos en la política electoral de la región Caribe, con especial presencia en La Guajira y el Cesar. De ellos nacen las mismas familias que hoy encarnan los poderosos clanes políticos.

Seguido a este episodio, se configuró una nueva fuente de economía ilegal: “los maleteros del Perijá”. Así se le denominaba a quienes se dedicaban al tráfico de personas y todo tipo de mercancías por tochas construidas en el espeso Perijá binacional. Eran épocas en las que la economía de Venezuela pasaba por uno de sus mejores momentos, situación que les permitía a los colombianos que trabajaban en fincas o poblados del pie de monte del Perijá venezolano la posibilidad de ganar y traer divisas. Tristemente, muchas de esas personas fueron asesinadas y enterradas a lo largo y ancho del Perijá para robarles el dinero adquirido mediante la fuerza de su trabajo.

En la década de los noventa casi se repite la historia, para ese entonces llegó el cultivo de la amapola a nuestra serranía. Como era de esperarse, se reactivó la economía y la mayoría de los campesinos de la región querían sembrar la hermosa flor. Debe señalarse que después de algunos años se presentó una crisis debido al exceso de oferta y poca demanda de este cultivo de uso ilícito, lo cual desmejoró su precio y desincentivó el cultivo. Asimismo, las restricciones impuestas por las insurgencias y también toda la afectación ambiental causada por las aspersiones aéreas con glifosato pusieron punto final al auge de la amapola, lo que evitó la llegada del cultivo de hoja de coca.

Mientras tanto, en las hermosas tierras del Valle del Río Cesar se encuentran los mejores territorios de esta región. Aunque son fértiles, se encuentran ociosos, porque están concentrados en manos de terratenientes, palmeros y las multinacionales del carbón, en cuanto miles de familias campesinas de esta región no contamos con tierras para trabajar y producir alimentos para la vida digna. Por otro lado, las instituciones y gobiernos de turno han tomado decisiones de carácter normativo que buscan poner en contradicción y en pelea al campesinado y los indígenas Yukpas, buscando “organizar” territorialmente la serranía bajo sus intereses.

La única vía que nos queda al campesinado sin tierra de este territorio para solucionar la situación histórica de exclusión es hacer la Reforma agraria, integra y popular por nuestra cuenta. Con esta perspectiva, las campesinas y campesinos nos hemos venido planteando una agenda colectiva de lucha con enfoque territorial y de clase que aporte rutas expeditas para solucionar las distintas problemáticas que giran en torno a la mala distribución de la tierra en el Cesar. En el marco de reconocimiento del campesinado como sujeto de derechos, esperamos contar con todas las garantías necesarias para organizar nuestros Territorios Campesinos Agroalimentarios. Reafirmamos nuestra consigna: “¡No vamos a permitir que siga habiendo tierras sin campesinos mientras existamos campesinos sin tierras!”.

Dairo Bayona Ramírez
Dirigente campesino del Perijá y el Valle del Río Cesar
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