Trochando Sin Fronteras 10 de octubre de 2016
A Ernesto le quitaron la vida un 8 de octubre, fusilado frente a los habitantes del pueblo. Expusieron su cuerpo como un trofeo. Lo que no sabían los verdugos era que la juventud del mundo no olvidaría a Ernesto, ni su ejemplo de rebeldía y lucha para crear la vida digna. En pleno 2016, los jovenes en Colombia siguen tercamente buscando la forma de propiciar las transformaciones estructurales que el país necesita, de la mano del pueblo organizado.
La juventud es un sector señalado y estigmatizado por el establecimiento, como un sujeto inherentemente transgresor del sistema socio-económico. Lo reprime con la fuerza policial, militar; lo aliena con la industria cultural de la música o el cine; lo explota con medidas neoliberales que lo hace parte necesaria en la producción del capital, tales como la educación bancaria, política del primer empleo, salarios por debajo del mínimo, etc.; o es víctima de las ejecuciones extrajudiciales (mal llamados falsos positivos) que el Estado colombiano implementa para mostrar resultados en el conflicto armado.
En los hombros de los jóvenes caen dos responsabilidades: mantener el capitalismo o transformarlo por un modelo diferente que propague la vida. En Latinoamérica, han asumido la segunda responsabilidad. Sin dejar la movilización y la organización, los jóvenes de la región impulsaron actividades el 8 y 9 de octubre. En Brasil, seis capitales fueron sacudidas por las marchas lideradas por la juventud, exigiendo justicia por la masacre de carandiru, a manos de los militares de ese país hace 24 años.
Seguidamente, en Argentina se dio lugar a un festival internacional de la juventud, que incluyó conversatorios y actos culturales. Allí la mujer tuvo un papel protagónico, porque dialogaron sobre la unidad contra la derecha de Latinoamérica. En la República Bolivariana de Venezuela, se celebró el encuentro de la juventud en lucha. En Colombia se agitaron las redes sociales y se realizaron diversas actividades en algunas ciudades del país, como ollas comunitarias, murales, entre otros, manifestando que la juventud sigue luchando por la vida.
Así mismo, en la coyuntura nacional del proceso de La Habana, los jóvenes identifican que no son tenidas en cuenta sus reivindicaciones respecto a educación, defensa del territorio, soberanía nacional, trabajo digno y un trato equitativo con el resto de la sociedad, por lo cual sigue habiendo la necesidad de movilizarse para cumplir estas exigencias. Es por eso que el ‘gran diálogo nacional’ resulta un escenario al que miran como el espacio donde se podrían abordar las propuestas de los jóvenes, reconocidos como un sujeto político de la sociedad.
Los verdugos debieron cerrarle los ojos a Ernesto. Su última mirada allá en Bolivia, dejó plasmada la esperanza. En dónde? En quiénes? En todo el mundo, y en los seres más necios que pueden existir, los jóvenes. Necios por soñar y trabajar en una sociedad que garantice la felicidad plena, pero no solo para ellos, sino para todo el pueblo que tiene ganado ese derecho, el de vivir dignamente.