Sergio Latorre
Grupo de Estudios Geopolíticos y Territoriales -GEGT-
Si partimos de la premisa que señala que el trabajo es la única forma de generar valorización de las mercancías y por lo tanto valorización del capital, el título de esta reflexión pareciera equívoco, en tanto el funcionamiento del capitalismo requiere del trabajo.
Sin embargo, la realidad contradice lo anterior. En efecto, muchas son las situaciones que ponen en evidencia un desgaste histórico de la relación fundamental del capitalismo, es decir, el trabajo como medio de succión de plusvalía y valorización del capital.
Una de las evidencias más importantes es el aumento mundial de la jornada laboral, la que ha pasado de ser un fenómeno atribuible a la periferia capitalista, para expresarse en los países centrales[1]. Por supuesto, este aumento necesariamente se da por vías y mecanismos extralegales, o incluso con la flexibilización de las normas internacionales del trabajo, las que formalmente habían establecido una jornada laboral de ocho horas diarias. La desregularización y flexibilización de la relación contractual por diferentes medios, es ahora la regla por excelencia de las nuevas modalidades de trabajo, lo que sugiere que los alcances del capitalismo en el siglo XX que hicieron del proceso de formalización laboral la forma más eficiente de producción, han involucionado a formas más parecidas a los comienzos del asentamiento del capitalismo mundial, en los que como señalara Marx, las jornadas eran largas e infrahumanas, y los trabajadores no goazaban aún de todas las posiblidades para mantenerse y reproducirse como clase social. Esta degradación e involución de las actuales relaciones contractuales, sugiere una destrucción, por lo menos parcial, del trabajo.
La segunda evidencia es el alto flujo de trabajadores que han migrado de los sectores productivos de la economía, es decir aquellos que generan valor agregado y creación de mercancías, hacia sectores que tienen que ver solamente con la circulación y realización del capital. El llamado sector servicios o sector terciario de la economía, actualmente absorbe la mayoría de los trabajos en el mundo. Sin embargo es de resaltar, que particularmente este sector es el único que no genera trabajo productivo, sino que principalmente se encarga del reciclaje de la plusvalía y la realización del ciclo del capital.
La explicación detrás del crecimiento de este sector es precisamente la crisis de la industria y manufactura, la que en síntesis se expresa en la tasa de ganancia, como relación entre la totalidad de la plusvalía y la suma total de capital en un momento dado. La figura 1 señala una tendencia decreciente de la tasa de ganancia a nivel mundial. Es por ello que las medidas de contención de esta dinámica tienden a desplazar mano de obra de los sectores productivos a los no productivos.
Figura 1. Media mundial de la tasa de ganancia (G’ = Tasas de plusvalía / Composición orgánica del capital)
La tercera y más clara evidencia, tiene que ver con la masa creciente de trabajadores desempleados. La Organización Mundial del Trabajo (OIT) señaló a inicios del año 2015, que se estima para el año 2019 un ascenso del número de desempleados de 201 a 212 millones de personas en el mundo. La última manifestación de la crisis económica mundial en 2008, significó la destrucción de por lo menos 61 millones de empleos.
Por lo tanto, el aumento y flexibilización de las jornadas laborales, la migración masiva a trabajos no productivos y la destrucción de empleos, son tres elementos claves que ponen en evidencia que la dinámica actual del capitalismo está destruyendo el trabajo.
Sin embargo, esta relación contradictoria tiene dos caras: la destrucción de la relación laboral como medida de contención ante la crisis estructural, evidenciada en la caída de la tasa de ganancia; pero también la manifestación de la degradación de las relaciones capitalistas, que anuncian un fuerte momento de cambio mundial.
Así suene paradójico, la destrucción del trabajo tiene como objetivo la ampliación del ejército de reserva laboral o población sobrante, el cuál funciona a manera de presión para la baja sustancial de los salarios, lo que significa que a mayor número de despedidos se incrementa la tasa de explotación y de plusvalía como medida de contención de la tasa de ganancia.
No obstante, la ampliación de explotación laboral y el incremento de la succión de plusvalía no tiene los márgenes infinitos que anhelarían los teóricos liberales. Por el contrario, las condiciones objetivas y materiales alimentan la relación de la lucha de clases de manera inmediata, por lo que la “crisis económica” suele transformarse rápidamente en crisis política y social.
Podríamos decir que, en la medida que el capitalismo contemporáneo necesita de la destrucción del trabajo como forma de contención de la caída de la tasa de ganancia, demuestra que la única forma de recuperar su dinámica es mediante su propia destrucción. Una contradicción que sin duda, expone un gran marco de acción política.
[1] Grupo de Estudios Geopolíticos y Territoriales. 2015. La informalidad laboral. Una aproximación marxista. Disponible en: https://trochandosinfronteras.info/index.php/2015/05/27/la-otra-cara-de-la-informalidad-laboral/