lunes, junio 2, 2025

Refugio Humanitario contra el exterminio del movimiento social

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Este Refugio Humanitario por la vida y la libertad de líderes y lideresas sociales, se instaló en Bogotá con el objetivo de hacer una serie de alertas nacionales e internacionales sobre las diferentes formas y mecanismos que ha utilizado el Estado y el Paraestado en el exterminio al movimiento social.

Jonathan Camargo de Congreso de los Pueblos

Trochando Sin Fronteras, abril – junio de 2019

Por: América Niño

La plaza de toros la Santa María, reconocida y recordada por albergar la crueldad al interior de sus muros y además servir como escenario de encuentro entre familias poderosas que celebran la muerte bajo sus costosos sombreros, por unos días se convirtió en la plaza de la vida la Santa María un lugar para festejar la vida y denunciar el asesinato sistemático y las judicialización de liderazgos sociales.

Con su habitual frío y algunas carpas enormes ubicadas en distintos lugares de la plaza, la capital se preparó para recibir a las delegaciones de organizaciones sociales de todo el país, quienes en un ejercicio de unidad se encontraron para denunciar ante organismos nacionales e internacionales la fragilidad en la que se encuentran las regiones azotadas por la violencia, sí, la violencia, aquella que no cesó con la entrega de las FARC, pues el acuerdo de paz no solucionó las causas de la guerra, solo desarmó a uno más de los grupos que se han disputado el control territorial.

La agenda para ese encuentro que llamaron Refugio Humanitario fue sencilla, pero apretada, constaba de visitas a las embajadas, la fiscalía, una velatón en la plaza de Bolívar, una audiencia pública en el congreso, la marcha del primero de mayo y un encuentro con estudiantes universitarios, todo esto en cinco días y con el propósito de mostrar a la opinión pública no solo el número de liderazgos sociales asesinadas en los últimos meses – que por cierto supera los 170 desde la posesión de Ivan Duque – sino también buscaban revelar la estrategia que hay tras recrear montajes judiciales para privar de la libertad a quienes lideran procesos en sus comunidades.

Mucho se ha dicho del número de asesinados, pero poco sabemos de la estrategia de judicialización de las que son objeto con el único propósito de callar sus voces y fragmentar procesos sociales y organizativos que son el fruto de un trabajo que lleva tiempo, es arriesgado y exige persistencia y amor por lo que se hace.

Aunque parece que es obvia la labor de liderazgos sociales en el país, la verdad es que de fondo no se ha dicho por qué les están exterminando sistemáticamente y esto en palabras sencillas tiene que ver con la defensa de los territorios, de los DDHH, de la verdad y la justicia, de la capacidad que tienen para ser parte de procesos organizativos en sus regiones y a partir de estos pensar una transformación integral del país.

Autocuidado repetían una y otra vez como  un manifiesto, – la herramienta más eficaz para frenar los asesinatos es cuidarnos a nosotros mismos -. Esto porque ya no tienen credibilidad en el Estado, en mecanismos que ponen policías como escoltas o les dan un botón de pánico por si se sienten en peligro. Cómo creer en las fuerzas armadas si también ellos han hecho de verdugos, son tantas experiencias negativas que evidencian que aquellos a quienes llaman héroes, una y otra vez se han ensañado contra las comunidades movilizadas por justas causas y han defendido el capital transnacional por encima de los derechos humanos.

– El pueblo no se rinde, Carajo, por el agua, carajo, el pueblo no se rinde, carajo… – así cantaban las comunidades afrocolombianas para ambientar algunas de las actividades del Refugio y así mismo se sintió allí, se respiraba a cada segundo la necesidad por continuar, la resistencia de pueblos que una y otra vez han sido despojados y de nuevo se levantan. Se sentía la fuerza de las mujeres que tomaban las vocerías para decir – que nunca más serán el botín para la guerra – se veían igualmente muchos rostros descompuestos cada que alguien relataba el horror de las amenazas y entre tanto se forjaban las amistades y los afectos, porque aún sin conocerse, las sonrisas inundaban el lugar y la alegría persistía como siempre combatiendo el dolor y la incertidumbre.

Cada despertar en el refugio estaba acompañado de tamboras que anunciaban el amanecer y de palabras de aliento para continuar en el turno de la ducha, una vez preparados para comenzar la jornada les esperaba el desayuno y luego cada delegación se organizaba para salir a gritarle a Bogotá que en los territorios siguen existiendo problemas y que no puede continuar dando la espalda.

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