miércoles, abril 23, 2025

Entre la paz y la guerra, necesario construir la salida popular a la crisis

Si somos conscientes de los enormes problemas que en materia de justicia social el país experimenta, frente a los cuales la acción política de las fuerzas tradicionales e incluso del actual gobierno ha sido estéril, se justifica la importancia de permitir condiciones que puedan empoderar las clases trabajadoras y populares para servir de motor de cambios históricos de la inviable estructura social de nuestro país.

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La reacción que han despertado en los diferentes sectores del Bloque de Poder colombiano los avances de la Mesa de Diálogo entre la insurgencia del ELN y el Gobierno Nacional de Colombia ha sido sorprendente y descarada. Pese a que estos avances son preliminares, las reacciones han estado colmadas de prevenciones y ataques directos que péndulan entre la estigmatización y la criminalización ultraconservadora de lo hasta hora se ha convenido para orientar el desafiante reto de incentivar y materializar la participación de la sociedad y posibilitar la discusión sobre las transformaciones que requiere el país.

La cuestión resulta paradójica en tanto se da en medio del recrudecimiento de las dinámicas de la violencia desatada por las narco-disidencias que encarnan formas recicladas de guerra irregular estatal (entiéndase paramilitarismo) orientadas a asegurar control territorial y permitir la consolidación de la empresa militar del narcotráfico y la extracción subterránea de rentas mineras; también, sobre el avance de los tradicionales reductos de las fuerzas paramilitares en las regiones del norte del país bajo la actitud pasiva y cómplice de las Fuerzas Militares del Estado Colombiano (FFMM). Estas estrategias de copamiento territorial y de gestión militar de formas de acumulación de capital y exterminio social, denunciadas hasta el cansancio por parte de las organizaciones de DD. HH. de distintas regiones y ONG del entorno nacional e internacional.

Los rechazos a lo mínimamente acordado en la Mesa de Diálogo entre el ELN y el Gobierno Nacional por parte de los principales dirigentes de gremios económicos y políticos como la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGAN) [1], la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) [2] o la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares de Colombia (ACORE) [3] entre otros, han conformado el coro de negativa de las fuerzas más retrógradas de nuestra sociedad.

Estas preocupantes reacciones fueron completadas con las declaraciones del expresidente imputado Álvaro Uribe Vélez [4], quien en reiteradas ocasiones la semana pasada desde los atriles de importantes universidades de la elite colombiana. No solo llamó a las FFMM al golpismo, también, vilmente insinuó que las 8.465 personas y las 3.132 organizaciones participantes de los 78 pre encuentros y encuentros realizados por parte del Comité Nacional de Participación (CNP) en distintas partes del territorio nacional, eran masas y ciudadanías insurgentes que buscaban atentar contra el Sacro Santo orden que asegura sus privilegios de clase, actitud desafiante que sin vacilar debía ser repelida antes que su voluntad de lograr una Colombia en Paz y con Justicia Social pudiese trastocar él degradó orden económico y político del statu quo colombiano.

La coyuntura resulta más contradictoria, si se advierte con más detalle que dichas posturas reaccionarias de los sectores económicos y poderosos del país patean la mesa del diálogo y la deliberación social de importantes sectores de la sociedad, que en sus reflexiones de país han puesto en el orden del día diferentes tópicos estructurales que la agenda pública nacional debería tomar en serio, si se quiere avanzar a un estado de gestión estratégica de las contradicciones que actualmente convulsan nuestra sociedad.

Al tiempo, si somos conscientes de los enormes problemas que en materia de justicia social el país experimenta, frente a los cuales la acción política de las fuerzas tradicionales e incluso del actual gobierno ha sido estéril, se justifica la importancia de permitir condiciones que puedan empoderar las clases trabajadoras y populares para servir de motor de cambios históricos de la inviable estructura social de nuestro país.

El actual escenario en que se cocina la política nacional se mueve entre el recrudecimiento de la guerra permanente, alimentada por el negacionismo de las fuerzas del orden nacional de gestionar los mínimos cambios que incluso su capitalismo en decadencia requiere para no explotar frente a nuestros ojos; disyuntiva frente a la cual responden con el discurso del odio, la política de la conservación y de sus intereses por encima de inmensas mayorías y con el mecanismo de violencia regular e irregular para el disciplinamiento social y el control territorial.

«Es este el orden de cosas que motiva el optimismo de seguir avanzando en la consolidación de la vía alternativa proletaria y popular, de nuestro reiterado llamado a la asamblea popular, al proceso constituyente y permanente de nuestras fuerzas como clase y de consolidar las condiciones materiales para construir una Colombia libre y soberana desde un óptica de la transición y  gestión estratégica de nuestras condiciones de poder y hegemonía.»

Si bien, en los escenarios que se aprestan para fortalecer las condiciones de unidad y avance de las fuerzas populares y progresistas hoy articuladas como fuerzas de cambio, luego de un mar de reveses en el campo de la gestión institucional y de repunte desde los escenarios de la movilización y la lucha social y popular. La Asamblea Nacional Por Las Reformas Sociales, La Paz y La Unidad, debe permitir trabajar por fortalecer la unidad y la cohesión, es imprescindible avocarse a lograr mejores diagnósticos de nuestra realidad y cualificar nuestros horizontes de lucha, incluso trabajar por prevenir los contraflujos de políticas reformistas mal enfocadas y calculadas; posicionar mejores condiciones de oportunidad y reconocimiento del potencial de las fuerzas del campo popular, liberar su acción del condicionamiento burocrático de la política tradicional de la izquierda partidista y electoral y construir una mirada armónica con las circunstancias del momento político, pero con óptica y esfuerzo por ir consolidando mejores condiciones para el largo plazo.

Sin vacilar, se requiere un liderazgo real y comprometido con un salida popular y proletaria a la crisis de la nación y son las fuerzas populares de vanguardia las únicas yuntas que pueden posibilitarla, he ahí el reto de nuestro momento y como su desafío es grande debemos continuar desde el campo popular con actitud, audacia e inteligencia forjando su posibilidad histórica.

Referencias
[1] https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/jose-felix-lafaurie/una-caja-de-pandora-columna-de-jose-felix-lafaurie-1095211
[2] https://www.semana.com/nacion/articulo/gremios-advierten-sobre-peligros-en-el-proceso-de-negociacion-con-el-eln-dicen-que-sus-aportes-no-son-tenidos-en-cuenta/202426/
[3] https://www.acore.org.co/31010/solicitud-de-aplazamiento-de-firma-de-acuerdo-con-el-eln/
[4] https://x.com/lafm/status/1792968264231915825?t=Mlnv5zmQtV01XXeZ-tQCDQ&s=08
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