Trochando Sin Fronteras edición 29 Septiembre – Octubre
Por: Pilar Ramos Quintero
América Latina atraviesa un momento político complejo que agudiza las contradicciones de clase ante la avanzada neoliberal y de la derecha en el continente; esta avanzada se expresa en la ofensiva económica y política que ha permitido el ascenso al poder de las burguesías y fuerzas conservadoras en Argentina, Brasil y Venezuela.
La primera gran ofensiva contra el continente es la económica que continúa imponiendo y articulando a la región al modelo extractivista y reproduciendo la prevalencia del sistema financiero, que sigue aumentando su rentabilidad, sobre el sistema productivo, impactando con fuerza a los gobiernos progresistas. Bolivia, (que muestra avances en la transformación del Estado y de la economía) y Venezuela, pese a su proyecto político con perspectivas socialistas y a su oposición abierta al modelo neoliberal, no han logrado romper con la dependencia de las rentas minero petroleras y siguen condicionados por las dinámicas del capital transnacional.
Lo anterior, sumado al aumento en la oferta de materias primas a la caída de los precios del petróleo y de los minerales en los mercados globales, que han puesto a la región en una situación de vulnerabilidad mayor que está sabiendo acumular políticamente el bloque capitalista.
En este sentido la ofensiva política, liderada por los Estados Unidos y el poder corporativo internacional, está dando hoy resultados tangibles. Venezuela, sufre la peor crisis de su historia reciente y la oposición golpista sigue ganando espacios importantes, no solo en el parlamento sino en la calle, sin que se vislumbre una solución pronta por parte del gobierno de Nicolás Maduro. Esta crisis, que no es solo política, sino social, radica tanto en la estrategia imperial para sabotear y minar la economía y la estabilidad interna en Venezuela, como en la incapacidad del Estado para diversificar el aparato productivo (limitado al sector petrolero) y reducir su dependencia de las importaciones, especialmente de alimentos y productos básicos.
En el caso de los gobiernos de Brasil y Argentina, a pesar de logros puntuales en materia de derechos sociales y algunas medidas anti neoliberales, nunca se plantearon transformaciones radicales de la economía y ni del Estado. El pacto interclasista que sostuvo en el poder al Partido de los Trabajadores en Brasil y al kirschnerismo en Argentina, permitió el fortalecimiento de las derechas y las burguesías nacionales, que de la mano con el poder trasnacional, recobran hoy el dominio del Estado. A través de estrategias económicas, jurídico políticas y mediáticas, las clases dominantes y conservadoras concretan el triunfo electoral de Macri en Argentina y consolidan el golpe parlamentario al gobierno de Dilma Rousseff en Brasil abriendo paso a la restauración neoliberal en el continente.
En esa misma dirección, los procesos de integración continental como el Alba, la UNASUR, el Banco del Sur y el Mercosur, reciben golpes certeros desde el flanco imperial. El avance logrado en la construcción de un bloque regional contra hegemónico que recobrara la soberanía política y financiera de nuestra América, se encuentra hoy bajo una correlación de fuerzas desfavorable. Procesos de integración neoliberal y tratados plurilaterales de libre comercio de gran envergadura como la Alianza Pacífico, El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica TPP y el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TiSA), encuentran fuertes aliados en los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil, que se suman a la larga lista de gobiernos entreguistas y subyugados a la política impuesta por el capitalismo (Paraguay, Perú, Chile), en cuya cabeza se encuentra Colombia.
Ante esta realidad, las luchas sociales repuntan y retornan al debate sobre la raíz del problema, para así confrontar los golpes de la derecha y la profundización del neoliberalismo en América Latina. No se trata solamente de defender lo alcanzado en favor del pueblo por los gobiernos progresistas, lo cual resulta legítimo. Se trata, ante todo, de recobrar y activar proyectos históricos emancipadores, que rompan las limitaciones de la democracia burguesa y el reformismo, y que nos permitan construir desde la resistencia, la confrontación y la disputa por el poder, los caminos para una ofensiva popular como horizonte común para Nuestra América.