Trochando Sin Fronteras, agosto 16 de 2016
Por: Wilmar Castillo*
Desde la posesión presidencial de Donald Trump, ha subido la temperatura en el conflicto bélico internacional. Los conflictos armados de Medio Oriente no desaparecen, aunque han sido reducidas las fuerzas de ISIS y poco a poco les están arrebatando ciudades. Además, Corea del Norte se ha pronunciado contra la potencia Norteamérica (se da el lujo de probar misiles de larga distancia en sus costas marinas ¿demostración de fuerza o mensajes de intimación?). El Brexit de Inglaterra comenzó a desarmar la Unión Europea, los migrantes siguen secuestrados en campos de concentración y las potencias del G7 siguen direccionando al mundo a la destrucción. Pero ¿Qué ocurre en Nuestra América?
La derecha que gobierna Argentina y Brasil impone políticas que dañan el bienestar de estos pueblos, han atacado las victorias sociales alcanzadas por las movilizaciones, que lograron posicionar políticas de bienestar social y garantías laborales para el goce pleno de los habitantes[1]. Es así como dictaduras disfrazadas de diplomacia y caras sonrientes, Macri y Temer ahogan cada vez a estas naciones en la miseria e injusticia.
Aunque no se muestre ninguna esperanza en este escenario regional y mundial, todavía brilla una luz de rebeldía. Los sectores activos de la sociedad empiezan a movilizarse nuevamente, llenan las calles, recuperan tierras y comunican al mundo lo que pasa en sus países. La huelga general vuelve a ponerse de moda, entre los sectores sociales y más entre los sindicatos que habían sido golpeados por las reformas que aumentan la informalidad y desarticulan al trabajador.
El movimiento social toma un respiro en el continente para fortalecerse y posicionar sus propuestas de nación, frente a los gobiernos neoliberales. Que han tomado el poder con golpes de estado, militar y constitucional como paso en Honduras, Paraguay y en Brasil. Esta escalada ilegal de la derecha, enseña que buscar y tener el gobierno dentro de la democracia liberal no garantiza el desarrollo pleno del proyecto de nación popular. Al contrario, hay que tener un movimiento social fortalecido y participativo en la construcción de país, si se quiere blindar el proyecto contra los ataques de la clase rica del continente.
Por un lado, participar dentro de la democracia liberal, por el otro distanciarse del movimiento social como Estado alternativo, pone en riesgo el proyecto no capitalista de nación. Por ejemplo, en Brasil sucedió el caso que el trabajo de organizar y formar a los sectores populares por parte del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), fue reemplazado por las campañas electorales cada cuatro años. El PT pago caro, al no encontrar un apoyo masivo en el descalabro parlamentario que derrocó a Dilma Rouseff[2].
Sin embargo, el proyecto revolucionario de Venezuela, se ha sostenido en medio de guarimbas y protestas de la derecha, por el apoyo y activa movilización de las mayorías chavistas. Lo vemos con la masiva participación de las gentes en las elecciones para la Asamblea Constituyente Popular, impulsada por el gobierno de Nicolás Maduro para fortalecer las instituciones y programas revolucionarios y decidir el modelo económico pos-petrolero entre otros temas de discusión amplia y participativa. A pesar de los violentos sabotajes callejeros de la derecha, se mantiene el proyecto, gracias a la movilización de las comunidades alrededor de este y apoyando todos los espacios de participación democrática.
Los procesos sociales de base que viven en las periferias, son actores políticos que alimentan el proyecto de nación alternativo, por medio de la movilización y creación de acuerdos comunes. En el caso colombiano los paros cívicos de Buenaventura y Chocó, el paro nacional del Magisterio son dos acontecimientos del primer semestre, que reafirman la voluntad de los pueblos de Nuestra América de cambios de raíz. Cambios que solo protagonizaran las comunidades en las calles, porque como actores políticos se tiene la capacidad de gobernar un país con dignidad.
Debemos buscar las formas para que las Juntas de Acción Comunal, las Veredas, los sindicatos, las asociaciones, cooperativas, participen de tu a tu con congresistas y senadores, es decir, que todos los actores de la sociedad dirijan el país, y la figura del presidente no esté por encima de estos procesos sino, este coordinando con ellos. Porque los pobres de Latinoamérica no existimos para llenar los bolsillos de los ricos, los pobres somos quienes traeremos la felicidad a esta inmensa región.
Solo hay un problema para alcanzar esta meta, que los ricos no harán fácil el camino. Hemos visto que son capaces de usar métodos legales e ilegales para llegar al gobierno o para sostenerlo. ¿Qué nos queda entonces por hacer?
* *Es comunicador social, director del programa radial Informativo Centro Oriente.
[1] En el caso de Brasil, En marzo de este año, Temer impuso la reforma laboral donde permite a todas las empresas tercerizar todas las actividades. La reforma al sistema de pensiones sube la edad de jubilación de 65 años para hombres y 62 años para las mujeres; con un tiempo de cotización sin interrupciones de 40 años. Para el caso de Argentina, las reformas neoliberales van por el mismo sentido. https://mundo.sputniknews.com/americalatina/201704271068707545-brasil-reforma-de-pensiones/
[2] El otro problema, fue el bombardeo de ideas capitalistas a las mayorías, por parte de los medios privados de comunicación como los periódicos Folha y O Globo y Globo en televisión. El 96% del mercado de los medios de comunicación está concentrado en cuatro compañías. Lea El asesinato de la verdad, de Aram Aharonian.