viernes, abril 25, 2025

¿Qué podemos esperar del triunfo en México de Andrés Manuel López Obrador?

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Trochando Sin Fronteras, julio 04 de 2018

Por: Alejandro Guerrero – Escuela de Formación Carlos Alberto Pedraza 

El pasado domingo 1 de julio el líder de la oposición electoral al régimen mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO, en adelante), logró una amplia victoria en las elecciones presidenciales, ganando en 31 de los 32 estados de la república, hecho que le asegura un amplio margen de legitimidad con 24 millones de votos y más del 60% de participación del censo electoral. ¿Qué podemos esperar del triunfo de la oposición en México?

Alternancia política y crisis de la izquierda: de la oposición organizada contra los estragos del neoliberalismo a la oposición moral contra la corrupción.

Resulta innegable el sentido histórico del triunfo de AMLO, asestando un golpe electoral que marca la primera derrota de la derecha gobernante, alojada en la estructura de poder del Estado mexicano desde el final de la Revolución Mexicana –con la notable excepción del gobierno de Lázaro Cárdenas en los años 30´s-. Un hecho político que genera expectativas luego de la fallida alternancia política protagonizada por el Partido Acción Nacional, que lideró la oposición al PRI durante 70 años pero que, llegado al poder, profundizo las líneas estratégicas de la agenda neoliberal y la militarización del país.

No obstante, tras la propuesta de MORENA poco hay de claro en la construcción de un movimiento político capaz de hacer contrapeso a los factores reales de poder en México y que supere la retórica de la lucha anticorrupción, que desplazó definitivamente a la lucha por la justicia social como eje programático del movimiento liderado por AMLO. En este escenario ocupar la silla presidencial puede significar ocupar una posición defensiva que ayude a limitar los efectos del neoliberalismo salvaje, lo que ya de por sí puede ayudar a detener el reflujo y abrir espacios de rearticulación del movimiento social mexicano.

Otra historia es si este triunfo puede contribuir efectivamente a radicalizar las luchas sociales, más aun cuando las piezas centrales del régimen de dominación en México, como la contra-reforma energética (2013), la ley de seguridad interior –que crea un estado de excepción de facto- (2017), la incorporación de México en la jurisdicción del Comando Norte de Estados Unidos (2002) o la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994) no parecen tener un lugar definido en la propuesta de gobierno de AMLO, como no lo ha tenido el reconocimiento definitivo de los Acuerdos de San Andrés –negociado por el EZLN y el gobierno federal en 1997-, fundamentales para el reconocimiento formal del movimiento indígena como un sujeto central en la transformación del país.

El significado político del resultado: triunfo electoral con repliegue estratégico del movimiento social

Desde 2006, cuando a través de un fraude electoral se le arrebató la presidencia a López Obrador, el bloque dominante ha desarrollado la más cruda estrategia de militarización del país y profundización de la dependencia estratégica a Estados Unidos: la expansión de los carteles de la droga en el contexto de una estrategia contrainsurgente de control territorial, la desarticulación de la propiedad estatal sobre los recursos petroleros y la infraestructura energética y el cerco militar en contra de las comunidades zapatistas en resistencia, han creado un clima de violencia que ha debilitado al movimiento social.

En este contexto el triunfo de Andrés Manuel López Obrador constituye más un síntoma de la debilidad relativa del movimiento social en México que una avanzada en el terreno electoral, en el que disputa con propuestas poco definidas con las que amplió su base de apoyo hacia la derecha mientras evadía acercarse a sectores como el Congreso Nacional Indígena, las policías comunitarias de los estados de Guerrero y Michoacán, el magisterio disidente o el EZLN.

En este sentido MORENA –el movimiento político de oposición liderado por AMLO-, con sus prácticas autoritarias y el pragmatismo que le permitió recoger elementos de los partidos políticos tradicionales, enfrenta el dilema de perfilarse como una alternativa real de poder en un país desgarrado por la violencia o terminar de desdibujar su propuesta,  confundida entre capturar los votos de opinión de quienes protestan contra los grupos de poder tradicionales y sus maquinarias, por un lado, o impulsar cambios profundos apoyados en un movimiento de masas organizado, capaz de vencer en las calles las resistencias de una estructura de poder bien instalada en el Estado mexicano.

El triunfo de López Obrador abre una grieta política cargada de límites y contradicciones que aún debe refrendar las expectativas que ha generado. Por ahora, y a pesar de la importancia táctica de la victoria, MORENA sigue la tendencia de  propuestas electorales de corte progresista que no constituyen la síntesis electoral de luchas sociales en ascenso sino el hastió que sociedades, aún dispersas, manifiestan hacia sus dirigentes tradicionales. El resultado es una izquierda dedicada a captar el voto útil a través de estrategias comunicativas relativamente eficientes  pero con prácticas políticas abiertamente conciliadoras y ambigüedades programáticas, con límites para aportar a la construcción de una estrategia organizativa coherente capaz de recoger las luchas sociales para dinamizarlas y llevarlas al centro del escenario de disputa.

Por ahora, cabe pensar que la expectativa generada por la derrota electoral de los grupos de poder enquistados en el Estado ayude a reactivar al movimiento social, ampliando e intensificando su capacidad de lucha a expensas de un gobierno que, si bien completa el ciclo de alternancia política en México, no parece interesado en trascender las banderas de la lucha contra la corrupción para atacar el corazón de las contradicciones fundamentales que deterioran la vida de millones de trabajadores mexicanos.

 

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