Articulo publicado en la edición 16 de diciembre de 2013 en nuestro periódico Trochando Sin Fronteras.
La capital del Casanare, uno de los mayores productores de petróleo de Colombia, lleva dos años y medio sin agua potable y sin una solución a la vista.
Han pasado treinta meses desde que un movimiento de tierra de grandes proporciones sobre la cabecera municipal de Yopal, en la margen derecha del río Cravo Sur, estropeó la infraestructura de la planta de tratamiento de aguas, averió las redes del acueducto, la línea de transmisión del gas y la carretera marginal del llano, dejando a esa ciudad incomunicada y sin agua.
La vía y el gas se restablecieron pronto, pero lo del acueducto no. Desde entonces los yopaleños han pasado múltiples penurias: les tocó volver a los tiempos de “aperar el burro pa’ ir al caño a traer agua en bidones” (garrafas plásticas), hacer plan de baño y lavada al río con mayor frecuencia; claro que no todos, porque algunos compran el agua de carrotanques, recogen el agua lluvia, la toman de los puntos que instaló la cruz roja, aplican el “baño francés”… en fin, cada uno se las arregla como mejor puede.
Yopal con unos 80 mil habitantes y más de 20 años de bonanza petrolera, ha recibido en los últimos tres años, por concepto de regalías, más de 130 mil millones de pesos (a los que se debe sumar, por lo menos 7.912 millones proyectados para la actual vigencia). A pesar de lo anterior, su administración no ha sido capaz de destinar 75 mil millones de pesos para la construcción y puesta en funcionamiento de un nuevo acueducto. Que el dinero no está? Que debe salir de las regalías que ya se esfumaron? O de los planes departamentales de agua que maneja a su acomodo el gobierno nacional? Eso se sigue preguntando la población de ese municipio que por ahora sigue afrontando la escasez del preciado líquido.
La situación se tornó insoportable, por lo que en marzo de este año a los habitantes de la capital casanareña “se les cansó el burro”. Salieron a las calles a protestar, molestos por la inoperancia administrativa, indignados de ver que los gobernantes locales, departamentales y las instituciones nacionales, todas responsables de resolver de manera pronta el problema de abastecimiento de agua, se tiraban la pelota unos a otros.
Fueron varios días de bloqueo, hubo parálisis en buena parte del departamento, se afectó de manera indirecta la explotación petrolera y las demás actividades en el Casanare, los colegios de Yopal cerraron, se agudizó la emergencia hospitalaria. La respuesta de los gobiernos rápidamente llegó, no la que esperaban los yopaleños, ¡no! Llegaron cientos de efectivos de los escuadrones antidisturbios de la policía -ESMAD- con la orden de desalojo por la vía violenta, como lo sabe hacer el gobierno.
Los choques entre el ESMAD y los manifestantes agudizaron los problemas, pero también pusieron en la escena nacional los conflictos sobre el agua, los cuales están cruzados por varios actores con diversos matices. Un problema de fondo es la ausencia de una política pública que garantice el acceso al agua como elemento esencial para la vida, como un derecho fundamental para todas y todos.
También se reflejaron las deficiencias de los planes departamentales de agua que, lejos de garantizar su acceso a todos los colombianos, ocasionan mayores conflictos y, para el caso particular de Yopal, se añade el despilfarro de las regalías, la corrupción administrativa que hace carrera desde hace años y un vacío de planeación estratégica para un municipio que tiene suficientes fuentes de agua, cuenta con recursos económicos importantes y de ninguna manera puede justificar la falta de acueducto por tanto tiempo.
Los planes privatizadores del agua, la urbanización acelerada y sin planificación, las economías de enclave (petroleras, para el caso) que en estas regiones solo están de manera temporal y usufructuando los recursos, sumados a la degradación ambiental, ponen sobre el tapete un conflicto donde el agua es el elemento de disputa.
El caso Yopal se suma a la problemática que se presenta en otras zonas del país (como Santander, algunos municipios en Boyacá, la costa caribe y pacífica) y del mundo, ya que el modelo económico propicia unas condiciones en las que este tipo de elementos vitales se convierten en propiedad privada, mercancía y, por ende, en objeto de disputa.
Según el Programa Hidrológico Internacional de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), más de 1.000 millones de habitantes del mundo en desarrollo viven en condiciones de pobreza, y una gran proporción de esas personas se encuentran en África, el sur del Sahara y en América Latina, donde la carencia de agua es cada vez mayor. En el 2025 la mayoría de la población vivirá bajo condiciones muy bajas y casi catastróficas de agua potable, afirma el programa.
En Yopal, el descontento por la escasez de agua se mantiene y el disgusto aumenta cuando los gobernantes dan prioridad a otros asuntos como las fiestas tradicionales que, a propósito, se avecinan. Esto deja la impresión que los políticos aplican la política de “pan y circo para su pueblo”, para entretener a la plebe.