Trochando Sin Fronteras edición 28, julio – agosto de 2016
Hoy, el país que fue sede de la Eurocopa 2016, el que calificaban como ‘milagro económico europeo’, el país de la moda, la comida, el de la ciudad luz, el de mayores índices de turismo, el país que gobierna desde el 2012 el Partido Socialista (PS), enfrenta una de sus peores crisis.
Cerca de tres millones de personas están sin trabajo. 1 de cada 4 personas es un desempleado juvenil. Y La gota que reboza el vaso ha sido la tan nombrada reforma al código de trabajo o Ley del trabajo, que desde febrero de este año fue anunciada por la ministra de Trabajo Myriam El Khomri.
Esa Ley beneficia a las patronales, aumenta la jornada laboral legal, reduce las indemnizaciones por despido improcedente y baja los salarios y del pago a las horas extras, entre otras medidas lesivas para el bienestar de los trabajadores.
Frente a esto, de inmediato la movilización del pueblo francés se hizo sentir en diversas acciones de protesta que empezaron a convocarse durante el mes de marzo desde las redes sociales, recolecta de firmas, mítines, plantones, toma de plazas, conciertos y debates. Uno de los objetivos de este tipo de actividades es que se vuelvan a discutir los problemas del país en la calle.
Se ha extendido el movimiento Nui Debout (la Noche en Pie), desde París a las demás ciudades como Nantes, Rennes, Lyon y Toulouse, junto a numerosas marchas de estudiantes y las principales centrales obreras como la CGT, Solidaires, FO, entre otras. También se han movilizado los trabajadores ferroviarios, del metro, de la recolección de basuras, aeroportuarios y marítimos. El pueblo trabajador se ha pronunciado con el llamado a Huelga General, exigiendo el retiro del proyecto de ley de reforma laboral.
Ante este estallido social, la profundización de la protesta social en Francia ha tomado ya dimensiones nacionales. El primer ministro Valls ha querido imponer a como dé lugar el proyecto de ley. Luego de que se le efectuara algunas modificaciones al proyecto original, el 24 de marzo se presentó ante el Consejo de Ministros. El 31 de marzo, fecha en la que se entregaría el proyecto de ley al Parlamento, las manifestaciones en toda Francia reunieron a más de 1 millón de personas, de acuerdo con lo informado por los sindicatos y asociaciones estudiantiles convocantes.
También se produjo el llamado a una gran manifestación con la toma de París el pasado 14 de junio. Hace más de 10 años que no se veían en esta ciudad jornadas de protesta tan numerosas, pues salieron nuevamente a las calles más de 1.2 millones de personas y otros miles miles en las principales ciudades del país.
Por su parte, el gobierno respondió con la criminalización de la protesta social y la represión a niveles mayores de violación de los derechos humanos. Incluso, el primer ministro de gobierno expresó públicamente que las manifestaciones en Francia son una amenaza terrorista para la democracia de ese país, incrementando las prohibiciones de la movilización, profundizando el Estado de Emergencia que se decretó desde noviembre del año pasado por los atentados sufridos en París.
La estrategia del gobierno es la de jugar al desgaste de la movilización, cuestión que no le ha sido nada útil, porque más movilizaciones se han presentado. Ya van más de 100 detenidos y cientos de heridos por la violencia policial.
Los manifestantes indignados han logrado poner en crisis el Estado policiaco francés y su Estatus Quo, a lo cual se suma la crisis del Partido Socialista gobernante, que de socialista no tiene nada. También ha perdido el terreno por el fracaso de la reforma constitucional impulsada por el presidente de la república, François Hollande, ya que le ha tocado echar para atrás la intención de quitarle la nacionalidad a los ciudadanos condenados por terrorismo.
Esta situación no sólo ha impulsado la protesta y el descontento social, sino que está siendo aprovechada por una derecha que se reconstruye y se fortalece con su discurso contra la población inmigrante y que a partir de ello pretende imponerse en las próximas elecciones en abril del 2017.
Por eso no es extraño que se produzcan hechos como el del pasado 14 de julio en Niza (más de 80 muertos arrollados por un conductor de camión de origen Tunecino), pues se requiere de supuestas acciones terroristas para justificar la represión, mientras se imponen medidas lesivas a los trabajadores. Una vez más, el discurso anti terrorista da para todo y la derecha siempre pescando en río revuelto.